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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

PP y Vox, por favor olvídense de Junts

En lugar de divagar sobre una quimérica moción con Puigdemont, la oposición debe centrarse en luchar contra la clara deriva antidemocrática de Sánchez

Actualizada 09:39

Grandes debates bizantinos: ¿Qué fue antes: el huevo o la gallina? ¿Cuál es el sexo de los ángeles? ¿Qué pesa más: un kilo de hierro o un kilo de paja? La tortilla de patata, ¿con cebolla o sin cebolla? A ese tipo de preguntas, que solo sirven para pasar el rato, podemos añadir la siguiente: ¿Es viable una moción contra Sánchez que una a PP y Vox con el partido golpista Junts, dirigido por un extravagante prófugo de la justicia que odia a España y vive escapado en Waterloo?

Causa asombro que con la que está cayendo, con la democracia amenazada por un déspota en ciernes, tengamos a nuestra oposición enredada en un quimérico debate sobre una moción de censura contra Sánchez de la mano de Junts.

PP y Vox, despierten, por favor, dejen de perder el tiempo y de despistarse con fruslerías: Puigdemont no va a dejar caer a Sánchez ni de coña. La debilidad extrema de su rehén de la Moncloa es una bicoca para él, y ese chollo se le acabaría con un Ejecutivo sustentado por Vox, partido que por fortuna es frontalmente contrario al separatismo y los separatistas.

A los políticos y a los periodistas nos encanta manosear la nada, barajar todo tipo de cábalas fantásticas. Una teoría que circula estos días, que comparten algunos políticos de la derecha española, sostiene que Puigdemont ha llegado a la conclusión de que con Sánchez ya no tiene más que rascar. A ello se une que en Cataluña podría haber Illa para rato, lo que lo dejaría fuera de juego en su tierra. Así que su única salida para seguir llamando la atención sería permitir que en España gobernase la derecha, a fin de posicionarse visceralmente contra ella y recuperar así el fervor de su parroquia más exaltada.

Con todo el respeto, me parece que hay gente que piensa demasiado. Lo evidente suele coincidir con lo cierto en un 99% de los casos. Y el fugitivo de Waterloo, que ante todo atiende a su ombligo, sabe que le va mucho mejor con el PSOE de lo que le iría con PP y Vox. Si llegase la hora de la verdad, Puchi no echaría a Peter de la Moncloa ni harto de grifa. ¿Dónde va a encontrar una mina igual? Ellos mismos lo han dicho ya: de moción, nada.

Este lunes, el Supremo ha llamado a declarar al fiscal general del Estado como imputado. Lo nunca visto: el encargado de perseguir a los delincuentes se sentará ante el más alto tribunal para ser interrogado como presunto delincuente (¿Qué hace ese tipo todavía en su puesto?).

Pero el Supremo ha dicho algo más. Da por sentado que el fiscal Ortiz envió a Presidencia del Gobierno el correo con los datos privados del novio de Ayuso. Es decir, el Supremo concluye que hubo guerra sucia de Sánchez contra una adversaria política. Y eso en primero de democracia, en cualquier país normal, supone la caída inmediata de un presidente.

A estos hechos gravísimos se une el delirio bananero de que el PSOE ha anunciado la ya conocida como Ley Begoña, que propina una patada a lo Maduro a la justicia, maniatándola con el objetivo expreso de liquidar los casos contra la mujer y el hermano del presidente.

Cuando un gobernante fuera control está socavando la democracia, la oposición no puede diluir su mensaje debatiendo sobre fantasías. Ahora mismo, PP y Vox deberían dedicar todo su esfuerzo a hacer ver a los españoles que sus derechos y libertades están en jaque. Divagar de manera estéril sobre el apoyo de Puigdemont supone hacer luz de gas al problema real, que es la inaudita deriva autocrática de Sánchez. PP y Vox tienen que repetir de sol a sol a los españoles que Sánchez se está cepillando su democracia. Es la única manera de que cale ese mensaje en una población en parte hipnotizada por la hegemonía televisiva de la izquierda y que vive ajena al problemón que tiene encima.

Pensar que Puigdemont puede librarnos de Sánchez es como una broma pesada, propia de una oposición manifiestamente mejorable (o más mala que la quina, si no somos generosos). Nunca un Gobierno se lo había puesto tan fácil a sus adversarios, con todo tipo de escándalos inconcebibles. Y ni así.

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