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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Óscar López tiene un problema con el whisky

Con el 'Sanchezgate' pendiendo sobre su cabeza y unas tétricas opciones electorales contra Ayuso, el ministro desbarra llamando borracho a MAR

Actualizada 07:19

Una de las (pocas) prácticas honorables que se mantienen en la vida pública española es que el ámbito personal de quienes deambulan por la política, sus amoríos y gustos de ocio, se deja fuera de la liza partidista. Lo que hace cada uno en su espacio particular no se emplea como munición política, salvo si incurre en delito.

Pero Óscar López, el ministro enviado por Sánchez a la misión de audaces de competir contra Ayuso en Madrid, acaba de saltarse ese código de honor no escrito, lo que sugiere un nerviosismo alto y una fe baja en sus propias posibilidades. El ministro-candidato López anda irascible y faltón. Se le ve más destemplado que a una pantera sometida a una dieta vegana.

López, de 51 años, solo ha trabajado para una empresa en toda su vida: el PSOE. El partido le va dando sucesivos cargos que le garantizan una nómina, aunque su valía parece todavía por demostrar. La única vez que compitió en unas elecciones, las autonómicas de Castilla y León de 2011, resultó noqueado.

Estamos ante una de esas personas en las que una cabeza grande quizá no coincide con una gran cabeza. Como ministro de Función Pública ya ha dado su primer recital: se ha aburrido de decir que lo de Muface se iba a arreglar, que no habría ningún problema, y el modelo está a punto de irse al garete, castigando así a un millón y medio de funcionarios.

En su etapa en el núcleo duro de Presidencia, en el corazón de la Moncloa, tampoco anduvo muy fino, pues cada vez se estrecha más el círculo que indica que la Oficina del Presidente que él llevaba y el fiscal Ortiz trabajaron juntos en la guerra sucia contra Ayuso. Si a la justicia y a la Guardia Civil se les permite hacer su trabajo, este caso será el Watergate de Sánchez.

López tiene de propina un problema con el whisky. Y es que con su tono bronco se ha lanzado a insinuar que Miguel Ángel Rodríguez, el asesor de cabecera de Ayuso, le da al morapio: «Aquí el único Watergate de pacotilla es el del señor Rodríguez. Por cierto, Watergate supongo que mezclado con whisky de marca, un Whiskygate», dice López.

Hace 12 años, cuando llevaba ya 14 fuera de la política, Miguel Ángel Rodríguez chocó con tres coches, fue sometido a un control de alcoholemia y dio positivo con soltura, por lo que fue juzgado. Pidió perdón por ello y pagó su sanción: «Ha sido una irresponsabilidad y haré todo lo posible a partir de ahora para concienciar a la gente de que eso no se puede hacer bajo ningún concepto».

No sabemos si Rodríguez, al que en unos días le caen los 61 y que es hoy el mejor spin doctor de la política española, bebe mucho o poco, o si solo toma Mirinda y gaseosa. Tampoco importa, es su vida (mientras no se suba a un coche...). Aunque dado que celebra cada día a las ocho de la mañana su primera reunión en su oficina de Sol y pasadas las once de la noche todavía continúa en contacto con su equipo, resulta poco verosímil que mantenga una relación de intimidad con el escocés.

En cambio, lo que sí sabemos es que López ha desbarrado al difamar al asesor de comunicación de su adversaria política para intentar tapar los dos enormes embolados que tiene encima, que son los siguientes: 1.— Ayuso lo va a golear en las urnas. 2.— Los juegos de filtraciones con Ortiz pueden acabar con él mismo sentado en un juzgado (incluso acompañado por su actual jefe).

Más que Whiskygate, lo que hay un Sanchezgate del tamaño de un Falcon. Algún día, en una galaxia no tan lejana, el propio personaje puede pagar muy caras determinadas órdenes que nunca debió haber impartido. Si llega ese día, merecerá ser celebrado con un whisky de categoría, por ejemplo un Royal Salute de 21 años, y un brindis de «no hace falta que vuelvas».

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