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HorizonteRamón Pérez-Maura

Trump y Sánchez: similitudes y diferencias

No son pocos los que encuentran similitudes entre la forma de actuar de Donald Trump y la de Pedro Sánchez. Y no diré yo que no veo alguna semejanza. Por ejemplo, la de mentir

Actualizada 01:30

Confieso mi admiración rendida hacia el protocolo norteamericano. La forma en que se desarrolló ayer el traspaso entre ambos presidentes fue admirable, a pesar de que la ubicación no era la habitual. Hace 40 años que no se celebraba una toma de posesión en ese mismo lugar. Pero era como si hiciesen una allí todos los años.

No son pocos los que encuentran similitudes entre la forma de actuar de Donald Trump y la de Pedro Sánchez. Y no diré yo que no veo alguna semejanza. Por ejemplo, la de mentir. Y por eso, cuando servidor de ustedes denuncia constantemente las mentiras de Pedro Sánchez, no puede mirar para otro lado cuando el que lo hace es el presidente de los Estados Unidos.

Otra similitud está en la falta de respeto por las instituciones que Sánchez tiene ampliamente probada. Y que en el caso de Trump vimos con claridad el 6 de enero de 2021 con el asalto al Capitolio por parte de sus seguidores sin que él hiciese nada por impedirlo. Vamos a ver ahora a cuántos de ellos indulta. Pero no está de menos sacar otra lección de aquel asalto. Fue lo más cerca de un golpe de Estado en que se han encontrado nunca los Estados Unidos de América. La impopularidad de Trump, que siguió denunciando un supuesto robo de las elecciones, fue como la pataleta de un niño al que le han quitado la pelota. Y su forma de irse de la Casa Blanca sin recibir a su sucesor, algo sin precedentes en la historia de esa república, fue un prístino ejemplo de la forma de ver la política que tiene el hoy nuevamente presidente.

Y la lección que debe aprender la izquierda del mundo entero es la de que cómo es posible que un hombre que fue derrotado y se retiró a su mansión de Florida con aquellas formas deplorables haya podido regresar con una victoria tan amplia como la que cosechó el pasado 5 de noviembre Donald Trump. Y la respuesta es que la causa principal radica en el hartazgo de los norteamericanos con las políticas de su izquierda. Trump ha ganado menos por méritos propios que por deméritos de sus rivales. Y el resultado de ello es que las políticas que va a hacer ahora tienen un gran respaldo de la población norteamericana que no soporta más la cultura woke y que quiere volver a ser una sociedad con unos valores como los que tradicionalmente han caracterizado a los norteamericanos. Valores que han estado poco menos que prohibidos en las grandes universidades de prestigio global a lo largo de los últimos años.

Dicho lo cual, creo que Pedro Sánchez no tiene ni un principio, ni la más mínima ideología más allá de retener el poder. Y ahí tiene una gran similitud con Trump, que nunca tuvo mucha ideología ni los valores que defiende hogaño. Durante muchos años fue un fiel aliado del Partido Demócrata. Pero lo que él ha sabido es captar el discurso que querían escuchar los norteamericanos y ofrecérselo. Y por eso se han subido a su carro los multimillonarios normalmente tan esquivos a la hora de manifestarse políticamente.

Otra diferencia importante entre Trump y Sánchez es que uno de ellos se ha pasado la vida trabajando y creando riqueza y el otro siempre ha cobrado del erario público por no hacer casi nada. O al menos casi nada bueno. Y aunque a mí no me guste Trump, debo reconocer que, si pudiera escoger entre ser gobernado por uno u otro, siempre preferiría al emprendedor.

Y, por último, aquí está la mayor diferencia entre Sánchez y Trump más allá de sus actuales posiciones ideológicas, obviamente extremadamente dispares. La diferencia está en que Sánchez gobierna ejecutando políticas que no estaban en su programa, algunas de las cuales dijo que nunca llevaría a cabo y todo ello sin haber ganado las elecciones. Mientras que Trump logró una gran victoria que desde el primer minuto se ha traducido en una forma de actuar radicalmente opuesta a la que siguió tras su victoria en 2020 por la debilidad implícita que representaba el no haber ganado el voto popular. Pero las reglas de juego son las que todos han aceptado antes de empezar el partido, no las que después del pitido final creemos que nos hubieran beneficiado más.

Dicho todo lo cual, Trump pronunció ayer en su segunda inauguración un discurso quizá populista, pero sin duda arrollador. Dejó claro todo lo que quiere llevar adelante desde ayer mismo. Y yo solo espero que en esto no haya mentido. Y algo me hace pensar que va a cumplir.

Ahora, a gobernar.

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