Donde dije digo, digo Carles
Ya lo dijo ayer Junts: «Conseguimos que sea posible lo que nos dicen que es imposible». Es decir, nunca hay que desestimar la capacidad del presidente para humillarse
Pedro dijo que era inaceptable la moción de confianza y trocear el decreto ómnibus. Horas después, ambas cosas son asumibles, forman parte de las dificultades de la gobernabilidad, aunque —estoy segura— a la moción finalmente se presentará Rita la Cantaora. Porque su soberbia no se lo permitiría. Lo que ha quedado claro es que donde dijo que nones ahora son síes, donde dijo digo, ahora dice Carles, donde se sostuvo que las 80 medidas del escudo social no se trocean, se trocean en los cachitos que haga falta hasta quedarse en 29. Porque Carles tiene siete votos como siete soles. Y solo bajo el astro rey que irradia desde la nublada Bélgica pueden levantarse todas las mañanas Pedro y Begoña en un palacete madrileño, donde el cielo velazqueño les protege de los jueces fachas, los periodistas buleros y la ultraderecha internacional liderada por Trump.
Para Pedro ya no hay un precio lo suficientemente elevado como para no pagarlo a cambio de seguir en el poder. Todo está en venta con tal de que el prófugo no le corte la luz y tenga que convertirse en un inquiokupa. Siempre está el comodín del PP para echarle la culpa de que tus caseros amaguen con desahuciarte. Porque, luego, será tan fácil como tragar todo lo que te pida quien ya te despojó de cualquier atisbo de dignidad para investirte y recordarle a los pensionistas y a los viajeros del Metro que la culpa era del maestro armero, es decir, de Feijóo. Que, curiosamente, era el que le había pedido infructuosamente que se dividiera la norma. Lo que pasa que pactar con el partido ganador y de mayorías es mucho menos democrático que hacerlo con un huido perseguido por la sala segunda del Tribunal Supremo. Dónde va a parar.
Si hay que trocear el decreto se hace. Si de camino se toma como rehenes —o tontos— a los pensionistas, a los valencianos sin futuro, y a los usuarios del autobús, pues adelante. Ya lo dijo ayer Junts: «Conseguimos que sea posible lo que nos dicen que es imposible». Es decir, nunca hay que desestimar la capacidad del presidente para humillarse. Mientras se lamentaba de nuestro dolor social, que en el fondo es su propio dolor habitacional, dejaba de nuevo en manos de un forajido nuestras pagas, nuestros abonos-transporte y hasta la hora del Consejo de Ministros, que ahora la establece también Carles. Y atención a la inmigración.
Mandó a todo el Gobierno a vender el relato de que el PP quería bajar las pensiones. Bueno será recordar que el único presidente que congeló las prestaciones a los abuelos fue Zapatero en 2010 y le dio un hachazo al sueldo de los funcionarios. Pero la chatarra ideológica de Sánchez la ha repetido en los últimos días todo el equipo de opinión sincronizada. Y a estas horas ya le aplauden por haber conseguido doblar el pulso al catalán, cuando quien realmente ha vuelto a doblar el espinazo es él, desafiando de nuevo a su fisioterapeuta, a punto de pedir la baja por estrés.
Así que con esa nueva cesión, Sánchez ha dado un codazo a Pilar Alegría y ha sido él en Persona —sin atisbo de vergüenza— el que ha presentado tras el Consejo de Ministros el resultado de «una larga negociación» que consiste en que el Gobierno hace lo contrario de lo que prometió a cambio de tramitar el caprichito de Puchi de que se presente a una moción de confianza. El resultado será que su vanidad tendrá que arrostrar ese trámite parlamentario, pero ahí se quedará todo. No habrá cuestión de confianza porque antes disolvería y convocaría elecciones que prestarse a esa pantomima en la que ni siquiera Puigdemont estaría obligado a presentar a Feijóo para tumbar a su inquilino.
No sé si habrá dolor social, pero la indignación en las calles no parece que esté ni se la espera por muy rastrera y sucia que sea la operación sanchista. Y eso sí que es realmente un dolor.