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Agua de timónCarmen Martínez Castro

Las verdades del holandés antipático

Sánchez nos ha mentido tanto durante estos años que la única certeza que hemos podido construir durante este tiempo es que siempre, en cualquier circunstancia, por cualquier motivo o incluso sin él, Sánchez nos mentirá

Actualizada 01:30

¿A quién va a creer usted, al secretario general de la OTAN o a Pedro Sánchez? El dilema no admite grandes dudas. No se trata de que Mark Rutte nos caiga bien, nos parezca un prodigio de diplomacia o un excelso líder político. En absoluto. Se trata de un personaje bastante repelente; al igual que la mayoría de sus compatriotas no muestra el menor cariño por nuestro país y además le toca ejercer de cónsul en Europa de la panda de lunáticos que ahora mismo gobiernan en Washington. Rutte no cae bien ni lo intenta, pero entre su palabra y la de Pedro Sánchez no cabe elección posible. Acaso de la primera se pudiera dudar, pero la segunda sencillamente no existe; es un oxímoron, una contradicción en sus propios términos.

Sánchez nos ha mentido tanto durante estos años que la única certeza que hemos podido construir durante este tiempo es que siempre, en cualquier circunstancia, por cualquier motivo o incluso sin él, Sánchez nos mentirá. El concepto «palabra de Pedro Sánchez» da para chistes, para bromas de José Mota —cuando este era capaz de reírse del Gobierno, no como ahora— o para juramentos en arameo, pero no para fundamentar una mínima confianza entre la sociedad española. Ni siquiera los socialistas se creen a Sánchez; le siguen por sectarismo ciego, pero saben que esa obediencia lanar les obliga a realizar todo tipo de contorsiones públicas al albur de los famosos cambios de opinión de su líder; tantos que ya se han vuelto auténticos expertos en la disciplina.

A los españoles no nos queda más remedio que creer a este holandés antipático porque no podemos fiarnos de nuestro presidente. Incluso debemos agradecerle a Rutte que haya desenmascarado la enésima trola de nuestro campeón de la mendacidad. Después de seis horas de farragoso debate parlamentario, sabemos mucho más de nuestra situación real gracias a una sola frase del secretario general de la OTAN que a las peroratas huecas de Sánchez. Rutte ha desvelado de un plumazo todo lo que Sánchez se empeñó en ocultar. Por si quedaran dudas, Javier Colomina, el español que ejerce como responsable del flanco sur de la OTAN, insistió ayer en el recado: los aliados tienen que llegar al 2 % en Defensa antes de Junio.

Tampoco han colado las milongas de la guerra bonita de la que habla nuestro presidente, ese cuento de que Rusia está muy lejos y no necesitamos tanques para defendernos sino start-ups tecnológicas. Esta suerte de negacionismo de la amenaza también ha sido desmontado de forma expeditiva por el holandés: nuestra distancia real de Rusia no se mide en kilómetros sino en los diez minutos que tardaría un misil ruso en impactar contra nuestro territorio. Ahí queda eso. Mi abuela Angelita hubiera rematado con una de sus frases favoritas: «Ahora, vuelve a por otra».

Ocurra lo que ocurra en la próxima cumbre de la OTAN y de los jeribeques presupuestarios que pueda hacer el gobierno para convertir por arte de magia un 1,3 % en un 2 %, todo este episodio demuestra que a Sánchez se le está agotando su cacareado crédito internacional. Europa no parece dispuesta a poner otra millonada de fondos para sacarle del atolladero en que se encuentra y resulta evidente que en la OTAN le tienen señalado como el garbanzo negro de la organización. Seguro que esta no será la última vez que escuchemos al holandés antipático hablar de España.

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