La guerra guay de Sánchez
Tanto entusiasmo por los emprendedores tecnológicos me resulta inquietante, porque el más conocido y apoyado por este Gobierno ha resultado ser Barrabés
Pedro Sánchez nos ha explicado el jueves pasado que el rearme europeo va a permitir a España convertirse en una suerte de paraíso ciberguay donde las start-ups y los emprendedores tecnológicos cooperarán con las grandes empresas de defensa en amor y compañía; un mundo maravilloso en el que los españoles no tenemos más amenaza que la ciberseguridad y el cambio climático. Hasta aquí no llegan los tanques de Putin, así que la juerga puede seguir; venga otra ronda de cañas, que lo nuestro es la tecnología y las renovables; los tanques y la aviación son para polacos y bálticos, que bastante desgracia tienen con ser vecinos de Putin. De nuestro vecino del sur y de sus recurrentes ataques híbridos contra Ceuta y Melilla por lo visto no hay que preocuparse, para eso ya les hemos entregado el Sáhara. Lo dicho, otra ronda de cañas y además una de gambas.
Ante el reto de construir urgentemente una defensa europea de la que carecemos, Von der Leyen ha dicho en Bruselas que se ha acabado el tiempo de las ilusiones y el alemán Merz ha cerrado en cuestión de horas un pacto de Estado con los socialistas y los verdes para modificar la Constitución de su país. Aquí Pedro Sánchez no se ha dignado ni a acudir al Parlamento; se ha inventado una ronda de cafecitos en Moncloa como si eso pudiera sustituir al imprescindible debate en el Congreso y, como resultado, los españoles seguimos sin saber una palabra sobre el asunto. Desconocemos cuánto dinero tenemos que poner ni de dónde va a salir ni qué mecanismo va a idear el Gobierno para acometer ese esfuerzo económico sin respaldo presupuestario. Eso sí, sabemos que no va a detraer un solo euro del gasto social y que va a crear un ecosistema maravilloso de start-ups y emprendedores tecnológicos que será el pasmo de Occidente.
A mí tanto entusiasmo por los emprendedores tecnológicos me resulta inquietante, porque el más conocido y apoyado por este Gobierno ha resultado ser el famoso Barrabés. Mucho antes de que Trump promocionara los Tesla de Elon Musk en los jardines de la Casa Blanca, Sánchez ya nos hacía publicidad de las empresas de Barrabés en actos oficiales del Gobierno. Me temo que detrás del Barrabés de turno, aparezca también el Aldama de turno haciendo negocios al calor de los fondos para la defensa y, finalmente, cerrando el desfile, Begoña Gómez se montará otra ronda de encuentros empresariales para lanzar una start-up de certificación digital en tecnología de defensa inclusiva, socialmente sostenible y eco-friendly. Es lo que ocurrirá si todos los escándalos que estamos conociendo quedan finalmente impunes.
Después de casi siete años de gobierno, Pedro Sánchez ya no puede engañar a nadie. Nada de lo que está ocurriendo en el mundo, por grave que sea, va a cambiar su visión cortoplacista de la política, su mendacidad y su incapacidad ontológica para llegar a pactos de Estado. En esa tesitura muchos echarán de menos el famoso «sangre, sudor y lágrimas» de Churchill, pero esa es la parte que le toca a los pobres ucranianos abandonados a su suerte. Si hacemos caso de las palabras del presidente, nosotros nos encaminamos a una guerra incolora, inodora e insípida armados de start-ups y gurús digitales. Y por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas.