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El astrolabioBieito Rubido

Vargas Llosa y su amor a España

Sobre sus libros leerán hoy, si tienen interés, muchos artículos y recuerdos. Yo me quiero quedar con su grandeza humana, con su valentía, con su cordialidad, con su amor a España y a su democracia y con su inquebrantable pasión y defensa de la libertad

Actualizada 12:51

De entre mi plural pasión por los libros y sus autores, siempre sobresaldrá mi inclinación por Mario Vargas Llosa y su largo medio centenar de obras, de las que entresaco su obra de ficción que me ha dado algunos de los mejores momentos de mi vida lectora. Como él, reconozco que haber aprendido a leer me enriqueció como nada en la vida y sobre todo la vida íntima, porque la lectura casi siempre es —ya tal vez no haya otra forma— intimidad. Alguien dijo ayer que su literatura quedará para la eternidad, ya que, como todo clásico, sus letras no envejecen.

A mí, sin embargo, como a otros más, admirando y disfrutando como admiro y disfruto su obra literaria, lo que más me interesa y quiero destacar de este gigante literario es su personalidad, su bonhomía, su compromiso insobornable con la libertad y muy especialmente, su amor a España. Ayer el presidente francés, Emmanuel Macron, afirmó que «Mario Vargas Llosa fue de Francia, por la Academia, por amor a nuestra literatura y a lo universal». Sin duda es así, Vargas Llosa pertenecía a la patria del sabio, que es el mundo entero, de ahí su universalidad. Por eso amaba Francia como también el Reino Unido, aunque su cordón umbilical era la lengua española y esta la unía a su Perú natal y a España, a la que amaba y defendía. El Rey Juan Carlos le había propuesto a Mariano Rajoy que Vargas Llosa fuese el presidente del Instituto Cervantes en 2012, pero una inoportuna filtración frustró aquel nombramiento que, de inmediato, él rechazó. Pocas figuras podrían ser mejor embajador de nuestro idioma que este orfebre de historias. Es lo mismo: su obra actuará siempre como heraldo imbatible de nuestra cultura y de nuestra manera de hablar, de comunicarnos y de entendernos.

Mario Vargas Llosa y Bieito Rubido

Mario Vargas Llosa y Bieito Rubido

En la mayoría de los medios escritos, en este sin ir más lejos, encontrará el lector toda una panoplia de artículos y de articulistas escribiendo y recordando al último Premio Nobel español, porque así se sentía él. Va a ser difícil leer alguna línea de reproche o que destile acíbar literario o amargura alguna. Está recibiendo lo que él sembró siempre: amabilidad, generosidad, tolerancia, simpatía… Vargas Llosa nos brindó, a todos a los que nos ofreció la oportunidad de conversar con él, un trato que evidenciaba su refinamiento espiritual. Ya nadie se puede proclamar propietario de esos intangibles que perfilaban su personalidad. Era un liberal, de palabra y acción. Era valiente, se atrevía a decir lo que muchos no tenían arrestos para expresar en público. Era libre y no tenía miedo. No sé si tal vez a la muerte.

Se va desnudo, ligero de equipaje, como todos nos iremos, pero deja una huella imborrable. Su grandeza estaba acompañada de su humildad y de su cercanía. De sus libros, de sus obras, leerán hoy, si tienen interés, muchos artículos y recuerdos. Yo me quiero quedar con su grandeza humana, con su valentía, con su cordialidad, con su amor a España y a su democracia y con su inquebrantable pasión y defensa de la libertad.

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