Cartas al director
La reconstrucción del centroderecha
Leo con frecuencia que el hundimiento del PP en época de Rajoy fue debido, esencialmente, a la corrupción y creo que es un análisis erróneo.
Rajoy ganó en 2011 con 186 diputados y lo dejó con 66 en 2019 (las primeras elecciones de Casado, que solo llevaba unos meses de presidente del partido, son imputables a Rajoy). Es decir, el «mejor presidente que ha tenido nunca el PP» (según declaró Ana Pastor) perdió 120 diputados en 8 años.
Ese fracaso no puede deberse a casos de corrupción (mucho mayores fueron los del PSOE), máxime cuando la mayor parte se produjeron antes de su primer mandato.
Lo que ocurrió es que Rajoy –desconozco la razón– incumplió las principales promesas ideológicas que llevó en su programa (aborto, ideología de género, memoria histórica) y coronó su mandato con el fiasco de un 155 de apenas dos meses frente a la postura de rebelión institucional de una Comunidad y un golpe de Estado. ¿De verdad pensaba que la labor de zapa del separatismo durante decenios iba a resolverse en dos meses y que iba a producirse un resultado electoral distinto?
En el Congreso de Valencia Rajoy ofreció irse del partido a liberales y conservadores y le hicieron caso.
Hoy el PP insiste en el error y así nunca se unificará el centro derecha ya que somos muchos los que no vamos a aceptar las renuncias al programa que provocó la última mayoría absoluta en 2011.
Es cierto que los que estamos en Vox votábamos al PP (empezando por Abascal) pero no van a recuperar nuestros votos sin modificar su ideario y volver al verdadero PP, sin complejos, y con un proyecto unitario.
No es que el PP no sea Vox (lo que es evidente), como ha dicho Feijóo; lo que ocurre es que el PP ya no es el PP y Vox se parece mucho más al que existía cuando Rajoy ganó las elecciones, a pesar de las constantes descalificaciones que utilizan. Vox no es antieuropeísta, ni anti-autonomista ni populista; simplemente queremos otra Europa; un Estado ordenado donde no haya desigualdades (como dictaminó el Consejo de Estado –Rubio Llorente– en la época de Zapatero) y que se recuperen competencias cuya cesión solo ha alimentado a los separatismos (en especial, Educación y Seguridad) y, finalmente, que se termine con la supremacía «progre» porque es contraria a nuestros principios. Nada de esto es antidemocrático ni atenta contra ningún derecho humano (salvo las barbaridades que recientemente se reivindican como «derechos») y, sin embargo, este PP acomplejado nos cataloga como «extrema derecha».
El PP debe aceptar que ya no gobernará sin Vox y para ello deberá volver a su programa de 2011 y liberarse de sus complejos, o desaparecer.