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Cartas al director

Irene, ¿ministra?

Qué daño has hecho, marquesa de la mesa, te has dejado llevar por los resentimientos con los hombres. Tu ley del 'solo sí es sí' te ha salido mal porque se basa en lo equivocado de tus ideas, has utilizado un sufrimiento terrible para tus odios frívolos.

Mira el ridículo que has hecho, lo desprotegidas que por tu culpa, y por quien te lo ha consentido, han quedado algunas mujeres más dignas que tú. No te ha pasado por ser mujer, ni por ser feminista de pancarta, ni por querer arreglar un problema. Te ha ocurrido porque eres muy poco inteligente, por tu inmadurez, por tu ignorancia y porque tus sentimientos son de un cinismo tan cruel como los de tu compañero de cama. Su mal ha encontrado su brecha para filtrarse en ti.

No me alegro del mal ajeno, Irene, mis principios y creencias no me lo permiten. Pero detesto tus ideas y me alegro de lo mal que te ha ido. Pero como creyente tengo una natural compasión que me inclina a pensar que es posible la redención en casos tan extremos como el tuyo. No te hace falta odiar ni siquiera al inquisidor de tu cama.

Solo necesitas aprender. De lo que no se puede hablar, más vale callar si no se sabe lo que se dice. Las palabras ni siquiera son sombra de las cosas. Eso es lo que está pasando en ese fantasma de Ministerio de Igualdad de 500 millones de euros de presupuesto que gestionas tú, Irene, y tu cuadrilla.

¿No os da para leer lo que dejó escrito una mujer? ¡Teresa de Ávila! Lee lo que le dice al inquisidor: «A poco que hagamos las mujeres se juzga exceso lo que hagamos. 'Disparate de mujeres', le contesta. Nos tiene el mundo acorraladas. Pero el Señor hace a una niña sin letras más sabia que al obispo mas letrado. Aunque no nos dejen libertad para dar voces, no dejaremos de decir nuestras verdades en voz baja con inteligencia».

A ver si aprendes un poco, Irene, de santa Teresa…

Maximo de la Peña Bermejo

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