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Cartas al director

Cuatro apuntes sobre una ecografía

Imaginen la arritmia de los 90.000 fetos que murieron el año pasado en nuestro país. Sobre el monitor en blanco y negro del ecógrafo, el pulso regular del corazón. Una bomba de sangre que golpea a 150 pulsaciones por minuto. En la semana 12, la sangre se mueve rápido, muy rápido, casi con urgencia. Los ventrículos y aurículas, la arteria pulmonar y una aorta recorriéndolo todo. Y luego, si pudiéramos oír cómo se apaga el corazón, silencio. Algo que no conocemos, porque nadie lo siente salvo el feto. La vida que no se apaga con un estallido, sino con un gemido.

Les cuento esto porque este verano escuché por primera vez el corazón de mi hija, y les puedo decir algo seguro: latía con fuerza. Fuimos al hospital en Ourense –una provincia en la que hay tres defunciones por cada nacimiento– y el médico estaba francamente entusiasmado con la niña, con una sonrisa que parecía desbordar la mascarilla: «Miren esta línea, ¿la ven? Es una pierna. Y aquí, más arriba, este círculo un poco achatado, la cabeza». Luego bajamos al corazón y la habitación retumbó como un estadio de fútbol. Claro que el ecógrafo amplifica un rumor diminuto y lo convierte en un sonido contundente, pero yo he escuchado un corazón de 12 semanas y les aseguro que latía como el de Killian Jornet subiendo el Everest.

Por eso creo que, en realidad, pueden decir misa el señor García-Gallardo, o la ministra Darias, o la irritable Montero. El corazón de una niña a las 12 semanas late como un aplauso en el seno de su madre. Al margen de las leyes, de la política y los derechos, la vida se abre paso, y late igual en el vientre de una mujer que desea continuar el embarazo como en el que no. Esos locos bajitos nacen de forma irresponsable, contra viento y marea, y vienen para ponernos el mundo patas arriba.

Aquel día en la consulta, el ginecólogo nos felicitó a nosotros, aunque en realidad quien estaba de enhorabuena era mi hija. «Felicidades, su corazón late a las mil maravillas», tendría que haberle dicho el médico. Nos vemos en la próxima consulta. Que tengan un buen día.

Santiago de Navascués

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