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Cartas al director

Alfonso Ussía, José Antonio y la Monarquía

Con motivo de la exhumación de los restos de José Antonio del Valle de los Caídos, Alfonso Ussía le dedicaba en El Debate un apreciable artículo donde mostraba un reconocimiento amable y hasta cercano con el hijo del dictador don Miguel Primo de Rivera. Y ello, pese a reconocer Ussía que «En mi juventud apenas me interesó su figura, pero no pude impedir que me sintiera influido en la animadversión. Me dibujaron a José Antonio como un resentido de la vida, un antimonárquico visceral que no perdonó a Alfonso XIII la caída de su padre, don Miguel».

Desgraciadamente, esta confesada animadversión hacia la figura de José Antonio ha constituido una característica muy común en muchos monárquicos españoles desde entonces hasta prácticamente hoy, que han menospreciado a José Antonio tachándolo de traidor a la causa monárquica y a la privilegiada clase social de la que procedía. Sus «pecados»: mantener un discurso excesivamente social para lo que estaban dispuestos a aguantar sus delicados estómagos y afirmar cosas como que la Monarquía era «una institución gloriosamente fenecida» y que «por eso el 14 de abril de 1931 aquel simulacro cayó de su sitio sin que entrase en lucha siquiera un piquete de alabarderos». Duras palabras que no carecían de justificación en aquellos momentos, si además recordamos la forma tan penosa en que colapsó la Monarquía y la determinante circunstancia de que a Alfonso XIII le faltase tiempo para abandonar Madrid la misma noche tras ser proclamada (ilegalmente) la Segunda República.

Sin embargo, y pese a todo, recordemos que José Antonio, que no carecía de graves motivos filiales para darle la espalda a aquella Monarquía, y que hacía solo un año que había enterrado a su padre, fue uno de los poquísimos que, junto a dos de sus hermanas, en aquellas terribles horas de popular efervescencia antimonárquica, se acercó a despedir a la Reina Victoria Eugenia en su marcha de España después de que lo hiciera su marido. Una triste despedida que se produjo en el alto de Galapagar y de la que quedó constancia en una conocida fotografía de tan histórico momento. Nobleza obliga.

Miguel Ángel Loma Pérez

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