Asesinos de la Navidad

¡Hemos arrojado al niño Jesús por la ventana! Aquella cuna donde se produjo la navidad, aquellos padres de barro expectantes ante la llegada del hijo de Dios, el buey, la mula, el sencillo portal y su suelo de paja: todos han sido sometidos ante el tribunal de la sociedad, la cual no ha tenido problema en pronunciarse a favor de una necia Damnatio Memoriae.

Hemos sustituído la Navidad por una agria ensalada de bosques encantados, luces que brillan sin saber por qué y villancicos carentes de alma

Les invito a pasear por su cadena comercial preferida. En la esquina más recóndita, un San José de calidad dudosa llora desconsolado porque no encuentra un lugar digno para que nazca su hijo. «La historia se repite –piensa en voz alta–. Si antes eran las posadas, ahora se han convertido en nuestros enemigos grandes kilómetros de cascanueces, duendes y objetos de decoración despampanantes». Razón no le falta. Progresivamente, la ley de la oferta y la demanda denota un notable descenso del interés por el Nacimiento, en pos de ingentes añadidos artificiales que se alejan del núcleo central y difuminan paulatinamente la identidad genuina de nuestro pueblo.