Cartas al director
Carta abierta al Hospital de La Princesa
Señor director: permítame, desde el periódico de su digna dirección, escribir una carta abierta al Hospital de La Princesa, y en particular al servicio de medicina interna y al P. Basilio, responsable de la atención espiritual a los enfermos de dicho hospital.
Repetidas veces he dicho la expresión «hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece», que puede utilizarse para muchas situaciones. En tantas ocasiones nos apresuramos a glosar los fallos de aquí y de allí pero apenas dedicamos tiempo a agradecer. Y, como decía mi madre que en Gloria esté, de bien nacidos es ser agradecidos.
No tengo más que palabras de gratitud emocionada al servicio de medicina interna del Hospital de La Princesa, al que conocemos desde hace muchos, muchos años. Las doctoras que más directamente han estado atendiendo a mi madre hasta su paso al Padre (del que había ido avisando sutilmente a doctoras y enfermeras el día 8 de enero que estaba cercano despidiéndose por anticipado con su regalo de la pulsera de la Milagrosa), las doctoras Paloma Gil y Noemí Gilabert, las enfermeras, de planta o de hospital de día, las auxiliares, el personal de secretaría, etc. que han brillado tantas veces por su profesionalidad, pero también por su humor, su paciencia, su cariño, su alegría, haciendo real una humanización de la medicina que hacen de este servicio, y su modo de desarrollarse, un ejemplo paradigmático digno de ser copiado para cualquier hospital español. Hoy me consta que se inaugura algo así en el Hospital de Toledo. Si alguien sabe del tema de cómo llevar un hospital de día de medicina interna aquí lo saben y harían bien en pedirles información sobre cómo lo hacen.
Sin olvidar a celadores, voluntarios, personal de cafetería, guardias de seguridad, médicos de otras especialidades como el doctor Cordero, jefe de servicio de Traumatología y, por supuesto, el servicio de atención religiosa que presta una valiosa contribución a la salud del enfermo y al buen ambiente general. Quizás ahora alguno de los médicos, doctoras, enfermeras/os o compañeras de habitación en ingresos, recuerden esos calendarios, estampas, medallas o pulseras de la Virgen que mi madre les entregaba con todo su cariño encomendándoles a la Virgen Milagrosa, conocida también como la Virgen enfermera, con la certeza de que desde el cielo no les olvida y ahora será ella quien cuidará y rogará por ellos con el mismo cariño de siempre, aunque aumentado.
El 15 de febrero, por gentileza del P. Basilio se celebró una misa funeral por mi madre, a las 19:00, en la capilla del Hospital. No se rezó sólo por ella, sino por todos los enfermos y por quienes les cuidan y atienden para que no pierdan la alegría de la entrega en su vocación de cuidar la salud del enfermo hasta su último día, el que de forma providente tiene Dios dispuesto para cada uno. Como ella no os lo puede decir directamente, ya lo hago yo en su nombre. Gracias. Muchas gracias. De corazón.