Carta de un hijo agradecido

Con más de cincuenta años de vida, observo lo que soy y lo que he vivido. Soy consciente de lo que me siento más orgulloso y de lo que doy gracias haber evitado. Y entonces me doy cuenta de que todo eso que me define está solidificado gracias a una educación y una vivencia en una familia humilde de ocho hermanos.

Quiero trasmitir unas palabras a mis padres, de un hijo que se siente agradecido, en vísperas del aniversario de sus sesenta y cinco años de casados:

Agradezco a papá y mamá el ambiente de confianza en la que hemos crecido. Frente a una actitud de juzgar cada paso, hemos aprendido a tomar nuestras propias decisiones con confianza.

Agradezco la formación religiosa y contar con la suerte de tener el superpoder de la fe y del amor a Dios. Frente a la sumisión a la tiranía laica, desde pequeños fuimos bautizados. Otros ven más crucial hacerlos socios de su equipo de fútbol.

Agradezco no haber generado en nosotros la necesidad del dinero. Frente a las ataduras del materialismo y su desasosiego, nosotros hemos crecido mirando a la esencia de los demás, sin tener en cuenta lo que poseen.

Agradezco no haber crecido alimentados con el veneno de la envidia. Frente a la necesidad continua de comparase con los logros de otros, nosotros nos centramos en avanzar sin mirar a un lado.

Agradezco el ejemplo de la humildad de papá. Frente a la figura de un padre ausente, centrado en su ascenso profesional o autoritario, nosotros hemos aprendido el valor del esfuerzo, de la caridad y de la dedicación a la familia.

Agradezco el apoyo de mamá, que nos ha dado a cada uno la orientación que necesitaba. Frente a la falta de profundidad psicológica y la rigidez educativa, cada uno hemos tenido una orientación concreta que nos ha ayudado a corregir defectos, que solo una mirada amorosa e inteligente puede percibir.

Y agradezco estar aquí, haber nacido y llegar a un mundo con unos valores, una fuerza y ganas por vivir, que valen más que cualquier herencia material que haya podido recibir.