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Cartas al director

Gustos y colores

es una antigua frase que todos aprendimos en nuestra niñez. Nos da a entender que cada persona es un mundo en cuanto a opiniones, deseos y decisiones. Recientemente han tenido lugar las elecciones al Parlamento Europeo a las que se han presentado un sinfín de partidos políticos; los europeos han respondido a la convocatoria eligiendo la lista que a priori satisfaga sus inquietudes; no obstante, tras el recuento, uno observa reacciones con un nexo: ningunear, despreciar e incluso insultar a políticos que han obtenido un puesto en el nuevo parlamento a la vez que se mofan y ridiculizan a sus votantes. ¿Unos son más iguales que otros? ¿Qué es eso de tildarles de 'pseudo'?

Debemos ser sumamente cuidadosos con el lenguaje y no utilizarlo como un arma arrojadiza; los nazis llamaban 'untermensch', subhombres a judíos, eslavos, gitanos, etc., Víctor Klemperer escribió una obra magistral acerca del lenguaje en la política: pluralidad, diversidad, transversalidad e inclusividad son unos edificantes y bellos vocablos pero no solo para pronunciarlos o escribirlos, sino, lo más importante, para cumplirlos. Europa es muy diversa en sensibilidades e ideologías. Nadie debe ser arrojado al ostracismo por la roca Tarpeya porque otros disientan del color de su voto. Luchemos con la palabra sin denigrar al rival, no enemigo. Disfrutemos de la discrepancia porque no hay nada más insípido que la obtusa uniformidad de las opiniones. Franceses, alemanes, españoles, fineses, etc., todos somos igual de europeos, ni más ni menos.

Francisco Javier Sáenz Martínez

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