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03 de julio de 2024

Pecados capitalesMayte Alcaraz

Griñán será el siguiente

Desde que la Audiencia de Sevilla los condenara en 2019, sentencia que fue ratificada en 2022 por el TS, el PSOE no ha hecho otra cosa que crear un «relato» según el cual fueron víctimas de una cacería política

Actualizada 08:03

Cándido se dispone a indultar por la puerta de atrás a José Antonio Griñán. Antes lo hará con Carmen Martínez Aguayo, aquella que se autoinculpó, al asegurar que no había trasladado a su jefe, Griñán, por entonces consejero andaluz de Hacienda, los informes del interventor que alertaban de las irregularidades de los ERE. Ya lo ha hecho con Lady Aviaco, la simpar Magdalena Álvarez. Todos estuvieron pringados en el mayor sumario de corrupción de nuestra democracia: el desvío de 680 millones de euros que, en lugar de recibirlos los desempleados andaluces, se los embolsaron los enchufados socialistas. Con ello se perpetuó un régimen clientelar que permitió al PSOE gobernar Andalucía durante 41 años. Hasta que los electores le castigaron, y ahora está en el rincón de pensar sin posibilidad de volver al poder –como pronto– en una década.

Desde que la Audiencia de Sevilla los condenara en 2019, sentencia que fue ratificada en 2022 por el TS, el PSOE no ha hecho otra cosa que crear un «relato» según el cual fueron víctimas de una cacería política, puesto que el fraude existió, pero los que lo diseñaron, sistematizaron y perpetraron eran unos pobres políticos a los que engañaron sus subordinados desviando el dinero a un hatajo de desahogados, curiosamente todos de familias socialistas o sindicalistas, que lo destinaron muchos a prostitutas y farlopa.

Por un momento pensemos en este escenario: Rajoy o Feijóo salen a la palestra para reclamar que Ignacio González fue un «servidor público admirable» o que Bárcenas «veló por las cuentas del PP con intachable integridad» o que «El Bigotes» fue «un ejemplo de compromiso social con los valencianos». O imaginemos que el anterior presidente del Constitucional, Antonio García Trevijano, hubiera redactado una sentencia exonerando a los de la Gürtel del delito de malversación o a Granados del de prevaricación y obligado a la Audiencia provincial a redactar otra resolución lavando las vergüenzas de estos sujetos. Pues es fácil colegir que hoy 1 de julio de 2024 la izquierda estaría quemando contenedores en la calle Domenico Scarlatti, sede madrileña del Tribunal de Garantías.

Pues es justo lo que lleva haciendo en el último lustro el partido de Pedro Sánchez. Los movimientos para que se indultara a José Antonio Griñán, expresidente del PSOE, de la Junta de Andalucía, exministro y, sobre todo, exconsejero andaluz de Economía (la cartera donde se cocieron los ERE), apoyados por Zapatero y González (en lo único que han estado de acuerdo) han conseguido crear un marco mental para que se retrasara su entrada en prisión, argumentando que padece una enfermedad grave, y todo a pesar de haber sido condenado a seis años de cárcel y quince de inhabilitación por «un delito continuado de prevaricación y malversación». Pero Sánchez nunca firmó el indulto: sabía que hubiera generado un desgaste añadido a la amnistía de los delincuentes separatistas. Solo tenía que esperar, dejar el asunto en manos del Constitucional ya renovado con una mayoría favorable a sus intereses, y seguro que se obraría el milagro.

A ese milagro vamos a asistir en breve. Y créanme que será uno de los episodios más bochornosos del sanchismo. Ya sé que, a fuer de pasar líneas rojas, esta expresión ha perdido fuerza. Pero esto que va a hacer Cándido, encharcando de nuevo su toga en el lodo del latrocinio político, no tiene parangón. Y mientras tanto, los costaleros de Pedro, tan progresistas ellos, tragando con que se indulte a unos corruptos condenados. Habrán pensado: hoy por nuestros ladrones de dinero público, mañana por los tuyos, Pedro. En democracia, se podrá indultar, se podrá decretar la amnesia legal, pero no el olvido social. Más de veinte jueces vieron lo que había. Ahora una sola del TC ve lo contrario. Ella y Cándido lo miran a través de las gafas de la izquierda, tan laxa con lo suyo y tan exigente con lo de los demás.

Recuerdo cuando el propio Griñán sentenció en 2015 a las puertas del Supremo: «No creo que hubiera un gran plan, pero hubo un gran fraude». El «bueno de Pepe», como se refieren a él sus compañeros, tenía razón: hubo fraude, hubo robo a espuertas a los parados andaluces y al resto de españoles, pero se equivoca en lo del plan. Hubo plan y vino después: lavar todas esas culpas ante el silencio cómplice de muchos ciudadanos que siguen pensando, como en la célebre película de Martin Scorsese, que Pepe es «uno de los nuestros».

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