Explosión del efecto llamada

La inmigración ilegal está desbordando todas las peores previsiones, con el descarado consentimiento del gobierno de Sánchez. Los cayucos, está demostrado, llegan remolcados hasta divisar nuestras costas, las mafias están haciendo su agosto (nunca mejor dicho), las ONG se están beneficiando hipócritamente de esta «caritativa» actividad, la Comunidad Europea mirando para otro lado, y el PSOE, encantado con esta marea de ilegales que son votos cautivos para el futuro. O sea, una maravilla para toda esta cadena de aprovechados, mientras toda España está temblando por lo que se le avecina. Encima, nos quieren tomar el pelo con el falso argumento de ser humanitarios, cuando lo más inhumano que hay son los 5.200 muertos en lo que llevamos de año, según datos de las propias ONG. Para colmo de desfachatez, las declaraciones de Sánchez al llegar a Mauritania: «La inmigración no es un problema, es una cuestión de principios y dignidad», exactamente lo mismo que le falta a él, que ni siquiera se le ocurre anunciar una mejora en los refuerzos y medios que necesitan la sacrificada Guardia Civil que defiende nuestras fronteras. Y para solucionarlo, no hay que inventar lo que ya está inventado, aplicar las mismas medidas que la italiana Giorgia Meloni, que en lo que va de año ya ha conseguido reducir la inmigración ilegal en más del 60 por ciento, mientras en España se ha duplicado.