Cartas al director
El falso progresismo
Coalición «progresista». Magistrados «progresistas ». Partidos «progresistas». El abuso a modo de etiqueta de lo positivo y aval democrático del adjetivo progresista no es nada nuevo sino que viene de antiguo, en España, sobre todo desde la época de la fracasada Segunda República. Es curioso, hasta había por entonces fuerzas de la derecha republicana que añadían a sus siglas lo del progresismo, por ejemplo, el Partido Republicano Progresista, que fue una facción de la Derecha Republicana Liberal liderada por Alcalá Zamora. Ya, en aquella oscura época , alguien del prestigio del doctor Marañón, en su libro «Ensayos Liberales» , publicado después de la Guerra Civil, aludía al enorme daño que provocó ese «falso progresismo » que a punto estuvo de abocar a España a ser un satélite del comunismo soviético. Han transcurrido muchos años y parece que no hemos aún aprendido de este craso error, porque no se es más democrático por el hecho de ser progresista. Ser liberal, de derechas o conservador es tan importante como los otros a la siniestra. Lo importante es no dejarse cautivar ni claudicar. Es lo que se denomina la batalla cultural que nuestra derecha política parece haber sido derrotada sin ni siquiera plantar cara a la lucha. No todo es ganar elecciones, más importante es convencer e ilusionar al electorado, sin esperar al desengaño por los fracasos de la pésima gestión de los falsos progresistas para alcanzar o recuperar el Poder.