Triste alianza de civilizaciones

Estados Unidos y China, China y EE.UU.; Europa y Rusia, Rusia –hoy un Estado neototalitario a la búsqueda de encaje en el nuevo orden geoeconómico–, y Europa –un Viejo Continente marcado a sangre y fuego por el devenir histórico, hoy esclerotizado y renuente a dejar atrás el pasado–: el hemisferio norte, rico y próspero, anclado en sus tradiciones pero inmerso de pleno en dos revoluciones, la IA y los movimientos migratorios.

En el hemisferio sur el subdesarrollo, la pobreza y la inmigración se alían con las antiguas metrópolis europeas, 'reclamándolas' el peaje de su paso por sus tierras como potencias colonizadoras, vertiendo en sus acomodados lugares cientos de miles de compatriotas inmigrantes.

Y entre medias, en 2004, un tal José Luis Rodríguez Zapatero, ínclito e inesperado presidente español lanza la Alianza de las Civilizaciones, un sesudo muestrario de su sapiencia sobre los colores de los brotes, todavía hoy desconociendo si eran verdes o tricolores como la bandera de Venezuela, un país cuyo presidente moral se encuentra refugiado en España, porque en el suyo le persiguen y acosan aquellos que valiéndose de esas 'alianzas civilizadoras zapateriles' se oponen a dejar el Poder.