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Cartas al director

Las verdaderas razones de la visita del Papa a Bélgica

Desde el inicio de su papado, el Cardenal Bergoglio, ahora Papa Francisco, anunció su intención de ir hacia los márgenes de la sociedad. Su primera visita fuera de Italia fue a Lampedusa, donde reconfortó a los refugiados y denunció a los líderes por permitir tales situaciones. En Bélgica, su visita reflejó este mismo enfoque, tocando temas sensibles en una sociedad rica, pero con crecientes problemas de salud mental.

El viernes visitó un centro de personas mayores, destacando que todos tienen su lugar en la sociedad, independientemente de la edad. El sábado por la mañana visitó a personas en situación de precariedad y luego se recogió en la tumba del Rey Balduino, un símbolo de quien prefirió marginarse socialmente antes que firmar la ley del aborto en su país. El sábado por la noche, se reunió con jóvenes en vigilia, y el domingo beatificó a la Hermana Ana de Jesús, religiosa española discípula de Sta. Teresa, quien también prefirió su marginación social y religiosa cuando tratando de fundar en Francia tuvo que retirarse a Bélgica para no ceder a la fuerza del poder temporal francés. Con ese gesto el Papa señala al clero belga que no debe preocuparse tanto por su estatus pero sí por su misión pastoral. Tras la beatificación de la Hermana Ana de Jesús, abogó por la beatificación del Rey Balduino, destacando el valor de ambos por seguir su conciencia.

Como cristiano practicante, percibí la visita del Papa como un gesto hacia los cristianos belgas que se han sentido abandonados por sus pastores en las últimas décadas. Los escándalos de abusos sexuales, el cierre de iglesias y la falta de un proceso sinodal han dejado a los fieles desamparados. Para mí, la visita del Papa fue un símbolo de acompañamiento y consuelo para los cristianos en su sufrimiento.

Paul van Houtte Alonso

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