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Cartas al director

El juez soy yo

En su enfermiza afición a invadir el terreno que no le corresponde, Sánchez, desde Bombay, ha dictado sentencia respecto a los asuntos judiciales que arrastra su esposa y ha proclamado que no hay nada. Le faltó ratificarlo con un «he dicho». Y ahí tenemos al juez Peinado que a juicio del presidente está perdiendo el tiempo, por mucho que se afane en la elaboración de un auto, que parece no dejar resquicios para el escape de la investigada. No tan optimistas parecen muchos de los socialistas que tienen algún cargo político o administrativo a dedo de Sánchez, que parecen apesadumbrados por su futuro.

En cualquier caso es bien triste y único, salvo en la zona del bolivarianismo, que el presidente del Gobierno aguante con todo lo que está cayendo en el entorno familiar y en sus propios gobierno y partido. Él, que enarbolaba la bandera contra la corrupción. Lógico sería que se tomase otros cinco días de reflexión sobre si merece la pena aguantar tan duro chaparrón con ánimo estoico. Y también es lógico que dimita y convoque elecciones. Pero no entra en su cabeza renunciar a la erótica del poder.

Pablo Naranjo

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