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Cartas al director

Noticia engañosa

Según la evidencia científica, una profesora de la Universidad Libre de Ámsterdam ha concluido que los mayores consumidores de «información dudosa» son las personas de más edad. Se creía que esa desviación hacia la desinformación tenía su causa o excusa en la llegada tardía en la vida a este mundo tecnológico que nos atraviesa. Y mira que es un argumento pobre este pues supondría en los nativos digitales una pericia de la que, sin embargo, carecen.

Que sí tienen ya los pulgares programados y te hacen un bizum antes de que tú saques la cartera, pero hasta ahí pueden presumir porque, igual que no aprendieron a manejar la enciclopedia, ni a buscar en capítulos, ni a interpretar poemas, esas carencias las arrastran a los medios modernos. Pero volviendo a los viejos y a la señora esa de Ámsterdam, la conclusión más reciente es que los mayores leen información dudosa porque confirma su ideología, o, dicho más peyorativamente si cabe, y claro que cabe, les ratifica en su profunda y anquilosada convicción ideológica. Parece ser que la vida finalmente nos ha enseñado a pensar siempre lo mismo, desde los 15 hasta los 90, sin que hayamos aprendido nada en el camino.

Y que esto lo tengamos que escuchar los mismos que nacieron en una posguerra, se hicieron su presente en una dictadura, legaron a sus nietos una democracia y aún les sobró para reflexionar sobre libertades nuevas y viejas trampas... Pues yo le voy a aclarar dos cosas a la del país bajo. Una, que no toda información dudosa es conservadora. Dos, que en el interior de cada superadulto vive un rebelde. Y que por eso leemos, también, información dudosa: porque podemos. Porque el espíritu crítico formado en décadas vividas nos permite leer y procesar toda la información: la dudosa, la tendenciosa y la mentirosa. Incluso las diversas y volubles evidencias científicas. Y de todas sacamos algo, en limpio o en sucio

Teresa Rivera

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