La polarización política en los Estados Unidos… y entre nosotros
Las inclinaciones libertarias (o neo-conservadoras) son comunes, mientras que, en el otro polo, el socialismo gana adeptos. Las instituciones democráticas de los Estados Unidos se tensan bajo el peso de la polarización
El sociólogo y politólogo estadounidense, Robert Putnam, profesor en la Universidad de Harvard, ha escrito un libro, titulado The Upswing (algo así como el movimiento hacia arriba) en el que describe la situación de polarización política que atraviesan los Estados Unidos. Su lectura nos produce una reflexión que permite la extensión de ese fenómeno a nuestros pagos celtibéricos. Nada ni nadie es, por lo visto, una excepción en los tiempos que corren.
Comienza el profesor Putnam refiriéndose a una de las obras clásicas de la literatura política, La democracia en América, y a su autor, el aristócrata francés Alexis de Tocqueville, quien se inspiró en lo que pudo observar en aquellos Estados Unidos. Según Tocqueville, sus ciudadanos protegían de manera resuelta su independencia, pero al asociarse con otros, pudieron superar los deseos egoístas, participar en la resolución conjunta de problemas y trabajar unidos para construir una sociedad potente y –en comparación con Europa en ese momento de nuestra historia– sorprendentemente igualitaria, con el objetivo de perseguir lo que llamó el pensador y activista político francés, «un interés propio, correctamente entendido».
Lo que Tocqueville observaría en la democracia norteamericana fue un intento de lograr el equilibrio entre los dos ideales de libertad e igualdad; entre la pulsión por el respeto por el individuo y la preocupación por la comunidad. Tocqueville se entrevistó con personas independientes que se unían en defensa de la libertad mutua, en la búsqueda de la prosperidad compartida y en apoyo de las instituciones públicas y las normas culturales que las protegían. Aunque aún quedaban puntos ciegos por abordar y los peligros acechaban en algunos de sus defectos y características, la democracia en Estados Unidos, suponía este pensador y político, era una realidad viva y potente.
Eso era entonces. Hoy ocurre –siempre según Putnam– que los grandes conglomerados corporativos están reemplazando las economías locales y artesanales en casi todos los sectores, incluida la agricultura. Los ciudadanos de los Estados Unidos luchan contra la pérdida de identidad, autonomía y dominio propio, que sienten amenazados, ya que estos valores se han visto sustituidos por el trabajo anónimo de máquinas, de manera tal que esos ciudadanos están poco menos que obligados a reunir varios reducidos salarios para llegar a fin de mes.
Lo anterior queda dicho para ser aplicado a la esfera individual; en la pública, la política, podremos convenir en que un enfoque excesivo en la promoción de los propios intereses a expensas de los de los demás, ha creado un entorno de competencia implacable en el que la resultante ganadora no es el win win en el que ganan todos, sino el juego de suma cero; a lo que sería preciso añadir una constante falta de compromiso. Los debates públicos no se caracterizan por la deliberación sobre ideas diferentes, sino por la demonización de quienes están en el lado opuesto. Las plataformas del partido se mueven hacia los extremos. Y los que están en el poder pretenden consolidar su influencia privando del derecho al voto a los electores que no apoyan sus puntos de vista. El resultado es una nación cada vez más fragmentada en términos económicos, ideológicos, raciales y étnicos, y cada vez más dominada por líderes que demuestran ser los más astutos en el juego de dividir y conquistar. En definitiva, y parafraseando a un antiguo dirigente socialista español, «Tocqueville ha muerto, también en América».
Este clima ha creado una desilusión generalizada con los partidos políticos de la nación. Ninguno de ellos parece capaz de abordar los problemas de los Estados Unidos, y muchos votantes están recurriendo a terceros en busca de mejores opciones. Las inclinaciones libertarias (o neo-conservadoras) son comunes, mientras que, en el otro polo, el socialismo gana adeptos. Y una ola creciente de populismo ha capturado el entusiasmo de muchos ciudadanos, especialmente en las áreas rurales. Las instituciones democráticas de los Estados Unidos se tensan bajo el peso de la polarización.
Hasta aquí la recensión de The Upswing. A partir de aquí la reflexión de lo que ocurre en España y en otros muchos lugares de Europa. Es verdad que nunca nuestro país fue modelo de democracia, de sociedad civil movilizada en favor de la defensa de sus intereses individuales y colectivos, pero no es menos cierto que ahora merece situarse por defecto propio entre las naciones –si es que aún lo somos– paladines de la polarización. Gran parte de las características expuestas para el caso de los Estados Unidos podrían extenderse a nuestro país, como lo demuestran las invectivas que se lanzan a diario en el Congreso de los Diputados, tan lejanas a las ironías y aun de los sarcasmos de otros tiempos.
El recurso que en muchos lugares de Europa se ha planteado en relación con terceros partidos, en especial los de ideología liberal o centrista, ha tenido una vida azarosa y corta cuando ha contado con alguna influencia entre nosotros. Sin embargo, los errores históricos cometidos por estos partidos, unidos a la acción de los ejes políticos en los que se manifiesta la polarización –los grandes partidos–, consiguen desterrar al centro político, aunque la sociedad lo necesite ahora seguramente más que nunca.
- Fernando Maura es director del foro Libertas, Veritas et Legalitas (LVL) de política exterior