Rusia-Ucrania: una guerra desigual
Ningún conflicto ha sido bueno para el desarrollo demográfico, pero este va a ser especialmente inconveniente porque coge a los contendientes con una demografía de partida especialmente debilitada
Parece mentira que en pleno siglo XXI tengamos que asistir a una guerra provocada por la invasión injustificada e injustificable de un país (Ucrania) por otro (Rusia). Como dijo el presidente de la India hace unos días no está el mundo para guerras cuando aún estamos saliendo apenas de una batalla global contra el coronavirus que ha dejado maltrechas la población y la economía del mundo y pauperizado aún más a muchos países pobres. No asistimos a una guerra mundial porque son solo dos los contendientes directos, pero sus efectos devastadores sí tienen alcance internacional, lo cual autoriza a decir que en esta contienda, desatada por Rusia, «todos somos Ucrania». Todos sufrimos la subida de los precios de la energía, una inflación galopante y una vuelta de tuerca más a la situación económica, la tercera en lo que va de siglo: la de 2009, la provocada por la pandemia y la desencadenada por el Sr. Putin.
Por muchas razones es un conflicto desigual. Rusia y Ucrania tienen economías diferentes, ejércitos distintos y arsenales de guerra desnivelados. Y resulta igualmente dispar por la disímil situación demográfica que tienen ambos países.
Dentro de los estados desarrollados, los situados al este de Europa vienen sufriendo desde hace tiempo una crisis demográfica intensa, muy particularmente los pertenecientes a la antigua URSS, que padecieron acusados episodios de mortalidad debidos a la segunda guerra mundial y al desmembramiento de la Unión Soviética. Hay pocos territorios en el mundo que hayan sufrido una reducción de su esperanza de vida al nacer después de un proceso de crecimiento continuo. Precisamente la URSS fue uno de ellos, alineándose con ciertos países africanos que sufrieron la acción devastadora del VIH y ahora con la mayoría de los estados debido al impacto del coronavirus. Así pues, Rusia y Ucrania van a la guerra con demografías tambaleantes, con una ventaja comparativa para Rusia, que presenta mejores cifras absolutas y relativas en las principales variables. Para empezar, cuestión no menor, Rusia tiene 144 millones y Ucrania tan solo 41. Ninguno de los dos estados consigue renovar sus generaciones, pero mientras la tasa de fecundidad de Rusia es de 1,5 hijos por mujer, la de Ucrania es de solo 1 hijo por mujer, por debajo de la española y una de las más bajas del mundo. En ambos países se producen al año más muertes que nacimientos, pero la tasa de Rusia es del -0,5 por ciento y la de Ucrania más del doble -1,1 por ciento). La escasez de nacimientos provoca porcentajes de población joven (menos de 15 años) reducidos en ambos países, pero con todo los de Ucrania (15 por ciento) son más bajos que los de Rusia (18 por ciento). Y en el otro extremo de la pirámide de edades Ucrania está algo más envejecida (17 por ciento de población de 65 años y más) que Rusia (16 por ciento).
Siempre recordaré un cartel que leí en un pequeño pueblo de Argentina: «Maneje con cuidado. Aquí no nos sobra nadie». En Rusia y sobre todo en Ucrania no sobra nadie, pero, por decisión unilateral del Gobierno de Putin, han entrado en una guerra que va a provocar daños irreparables en las dos poblaciones, sobre todo en la ucraniana. El conflicto está aumentando la mortalidad, disminuyendo los nacimientos, acentuando el crecimiento natural negativo y provocando una acusada migración. A finales del mayo pasado, el conflicto había desplazado a 13 millones de ucranianos. Y ahora el reclutamiento forzoso de Rusia ha desencadenado la huida, aún incalculable, de miles de rusos. La población en los dos países va a decrecer con más intensidad de lo esperado si no hubiese guerra y con ella se va a acentuar la disminución de la población joven y de la adulta-joven y el nivel de envejecimiento. En ausencia de conflicto, Rusia iba a perder hasta 2050 7,5 millones de habitantes y Ucrania casi lo mismo (7,1 millones). Ahora con la guerra las pérdidas serán mayores.
Ningún conflicto ha sido bueno para el desarrollo demográfico, pero este va a ser especialmente inconveniente porque coge a los contendientes con una demografía de partida especialmente debilitada. Muy particularmente a Ucrania, que va a ser uno de los estados que más población va a perder en el corto-medio plazo. Pero eso al mandatario ruso, que parece aplicar el lema «mía o de la tumba fría», no parece importarle un carajo. Hay muchas razones para intentar decididamente parar esa guerra. Añádanle a las territoriales, las económicas y sociales las de índole demográfica, que no son precisamente menores.
- Rafael Puyol es presidente de UNIR