La globalización y el Nuevo Orden Mundial
¿Estamos ante la primera revolución mundial en la que los de arriba y los de abajo se han unido contra los del medio?
Desde hace años escuchamos que está surgiendo un nuevo orden mundial, un Gran Cambio, un «reseteo» de todo el sistema mundial. Pero nadie acepta la autoría de ese proyecto, como si estuviera produciéndose por sí solo, sin protagonistas ni plan específico. No formularé hipótesis sobre si hay algún autor o autores, porque lo desconozco, y porque cualquier hipótesis sobre los supuestos autores sería «etiquetada» como teoría conspiratoria. Me limitaré a algunos hechos que creo que son incontestables, enunciándolos sin extenderme en su descripción y explicación detallada. En la mayoría de las cuestiones me refiero al mundo occidental, es decir, Europa y América (Norte, Centro y Sur), más Oceanía, aunque algunas implican también a países de Asia y África. Recientemente este proceso globalizador se ha visto acompañado de sucesos aparentemente no relacionados entre sí: la pandemia, la guerra Rusia-Ucrania, el aumento simultáneo de todas las fuentes de energía, la aparición de nuevos conflictos sociales por razón del sexo, la edad, el color, etc.
Lo primero es reconocer la emergencia de un poder económico-financiero que supera los límites de cualquier estado nacional. Se trata de un poder que no parece estar controlado por ningún Estado concreto, un poder cada vez más autónomo.
Segundo, ese poder se concentra en cada vez menos personas o grupos, pero de manera que los principales nombres en todas ellas son generalmente los mismos. Al poder financiero tradicional se ha sumado ahora el de los medios de comunicación tradicionales y las nuevas redes sociales. Menos de 20 bancos controlan el 90 por ciento de los activos financieros en el mundo, aunque hay más de 100.000 entidades bancarias. Solo hay tres grandes grupos de comunicación, no más de cinco en la industria del automóvil, por no hablar de los laboratorios, las fuentes de energía, etc.
Tercero, el creciente proceso de concentración conduce a que los peces grandes se coman a los pequeños. En todo el mundo desaparecen empresas medias y pequeñas, pues el aumento de los costes de producción en todos los sectores económicos solo pueden soportarlo las grandes empresas, que eliminan o absorben a las más pequeñas. Consecuencias de este proceso son: la subida de precios (la tienda familiar de la esquina no tiene que pagar dividendos a accionistas, pero la gran empresa sí), reducción de la competitividad, (por la reducción de la oferta), reducción de plantillas y aumento del paro, pero el que paga las consecuencias es el ciudadano, que paga cada vez más por recibir cada vez menos calidad, menos cantidad, y menos atención personal.
Cuarto, como el capitalismo industrial precedente estaba muy vinculado al estado nacional, el nuevo capitalismo financiero emergente y global compite con el capitalismo industrial, nacional, y por tanto compite también con los estados nacionales tradicionales. El capitalismo financiero global prefiere tratar con Estados pequeños en lugar de con estados grandes y potentes, siguiendo la máxima de «divide et impera»; por eso no es partidario de uniones de Estados, como la Unión Europea, sino de romper los Estados nacionales existentes (incluidos los grandes Estados).
Quinto, el poder financiero acumulado en cada vez menos manos supera el PIB de la mayoría de los estados nacionales, y hace cada vez más fácil doblegar voluntades de los dirigentes de empresas y países. La corrupción está cada vez más extendida por todo el mundo, y nadie se extraña de que todos los días se publiquen noticias sobre dirigentes y/o políticos acusados de corrupción.
Sexto, la globalización económico-financiera está también produciendo clases sociales globales, pues los globalizados medios de comunicación favorecen nuevos conflictos sociales además del tradicional entre ricos y pobres, como el de mujeres vs. hombres, jóvenes vs. mayores, nativos vs. inmigrantes, personas de color vs. blancos, etc. Una consecuencia de ello es la aparición de una clase rica universal, que se mueve por todo el planeta debido a su capacidad económica, elevando los precios de bienes y servicios que no pueden pagar los residentes en las zonas que visitan. Los residentes en las zonas turísticas más solicitadas no pueden pagar las viviendas ni los servicios que, sin embargo, pueden pagar los turistas. La clase media es la más perjudicada en todos los países.
Séptimo, la creciente globalización está estableciendo una suerte de «homogeneización y pasteurización» de las sociedades, como en su momento ocurrió con la leche. Por eso se fomenta la homogeneidad, en el idioma (inglés), en las marcas y servicios, y en el pensamiento único (cada vez hay menos contraste de opiniones en los medios de comunicación), y por eso se combate y tergiversa la historia y se eliminan las tradiciones, pues ambas son peculiares de los Estados nacionales, pero no de los nuevos Estados mixtos, ya que sus habitantes no tienen un pasado común.
Octavo, el capitalismo, que hace solo unas décadas consideraba que todos los males procedían del marxismo-leninismo comunista, ahora se apoya en ellos para combatir al capitalismo nacional y al estado nacional. Parece que al capitalismo financiero no le gustan sus antiguos socios de derecha, conservadores, (hoy denominados siempre como fascismo o ultraderecha), y en cambio le encantan los movimientos de izquierda (sin que se hable de ultraizquierda ni de marxismo-leninismo), como establece el pensamiento único. Sorprende que Estados Unidos se alarmase por el régimen cubano hasta el punto de declararles un embargo que ha durado décadas, y sin embargo no se alarme por regímenes políticos similares en ocho países en América Latina actualmente.
Noveno, este nuevo poder financiero globalizado tiene un control sobre toda la población nunca conocido antes, a través de la digitalización, que como cualquier tecnología produce grandes beneficios y también perjuicios. Se introdujo mediante «la técnica de la papelina», regalando móviles por abrir una cuenta bancaria o comprar algo.
Décimo, ¿estamos ante la primera revolución mundial en la que los de arriba y los de abajo se han unido contra los del medio? Los de arriba nunca acometerían una revolución minoritaria por sí solos, pero sí con ayuda. Y siempre es más barato lograr el apoyo de los de abajo que el de los del medio.
- Juan Díez Nicolás es académico de número en la Real de Ciencias Morales y Políticas