El PP de Núñez Feijóo
Sería un inmenso error que Feijóo pensase que para conquistar el voto de ese centroizquierda desencantado del sanchismo, fuese imprescindible aceptar la transformación social que la izquierda pretende alcanzar
Hoy el PP es un partido de «tendencias internas» en el que hay dos alas bien diferenciadas, una socialdemócrata y otra híbrida de democracia cristiana y liberales conservadores.
Pero lo preocupante no es que dentro del partido haya «tendencias» sino que no exista equilibrio entre ellas y esté dominando, en la práctica, en sus acciones y posicionamiento político, por la tendencia socialdemócrata de carácter radical.
No nos engañemos, la socialdemocracia no es sino una manifestación burguesa del socialismo marxista que tan solo renuncia a la revolución, aunque no al igualitarismo, como expresó Marx en su famosa Crítica del Programa de Gotha de 1875.
Y a los hechos me remito.
El PP está volcado en los problemas de tipo económico que, ya en época de Mariano Rajoy, implicó recortes económicos que provocaron una reacción muy negativa de la sociedad, abandonando toda la cuestión ideológica de contenido social.
Y hoy volvemos a ese comportamiento, pues el PP ha centrado sus críticas en la política económica del Gobierno socialista/comunista, renunciando a la lucha por los principios ético-morales que afectan a los derechos de los ciudadanos.
Y ello nos hace preguntarnos si, llegado el momento de gobernar, el PP de Feijóo derogará o no todas las leyes negacionistas del ser humano que comunistas y socialistas han impuesto apoyados por separatistas y filoetarras y localistas extremos.
Borja Sémper, portavoz de campaña del PP, acaba de afirmar que el partido «no derogará» la ley trans, sino que tan solo la modificará.
Incluso el PP ha apoyado en Senado y Congreso la enmienda del PSOE que prohíbe asistir o aconsejar a las mujeres contra el aborto para tratar de modificar su voluntad cuando hayan decidido hacerlo, o sorprendentemente ha rechazado con su voto en contra, en la Asamblea de Madrid, una propuesta de Vox para que, aprobada la ley trans, se impida a las mujeres trans participar en competiciones femeninas.
De modo que a evitar esa deriva socialdemócrata no contribuyen, desde luego, esas actuaciones «progresistas» de Feijóo y su equipo que, aparentando un «viraje al centro», no dejan de ser un mero empeño de atraer a votantes del PSOE.
Sería un inmenso error que Feijóo pensase que para conquistar el voto de ese centroizquierda desencantado del sanchismo, fuese imprescindible aceptar la transformación social que la izquierda pretende alcanzar con alambicada ingeniería social, basada en los principios ético-morales de la ultraizquierda y las «causas fragmentarias woke» representadas, entre otras, por las leyes del 'solo sí es sí', del aborto, la de protección animal o la de la transexualidad.
Con ello sólo le haría el juego a la izquierda cayendo en su trampa dialéctica.
Ya Pablo Iglesias dijo: «No hay que hablar de comunismo, aunque seamos leninistas estalinistas, pues tiene mala prensa, sino de democracia».
Gente indeseable a quien definió Machado como «mala gente que camina y va apestando la tierra».
Es probable que el PP consiga importantes mayorías en los próximos comicios municipales y autonómicos de mayo, y, consecuentemente, que varíe la situación del control político territorial de España, pero creo que será difícil que el PP, en las elecciones generales previstas para diciembre, consiga mayoría suficiente para formar Gobierno, lo que hará necesarios los pactos postelectorales.
La estrategia electoral socialdemócrata del PP de Feijóo puede provocar un efecto de desviación de su voto tradicional hacia Vox, y debilitar sus expectativas electorales, poniendo en peligro que el PP alcance el Gobierno que necesitamos, centrado y comprometido con los aspectos económicos y socioculturales que preocupan a los españoles.
En cualquier caso, si Feijóo quiere atraer el voto del centro sociológico, que es permeable al cambio entre PSOE y PP, debería tratar de abstenerse, él y sus colaboradores, de entrar al trapo de las declaraciones grandilocuentemente «progresistas» y de cortesías hacia la izquierda, que hacen levantar sospechas sobre su coherencia o su centrismo. Debería centrar su discurso de crítica en el PSOE y suavizar su crítica a Vox que, pese a sus diferencias ideológicas, puede ser el aliado natural para conformar una mayoría de Gobierno. Debería dedicar algo más de su discurso a los problemas ético-morales que inquietan a los españoles, manifestar un descarado optimismo en las soluciones económicas aplicables en el futuro que diluyan la identificación «PP/recortes» que el tándem Rajoy-Montoro creó en los ciudadanos, y hacer caso a Torquato Accetto actuando con «disimulación honesta», que no es mentir –como siempre hacen las izquierdas que nos gobiernan–, sino abstenerse de decir siempre la verdad, cuando no sea necesario ni conveniente.
Esperemos que durante los próximos meses la madurez, el centrismo moderado, la realidad social y las demandas económicas y morales de la mayoría de los ciudadanos, inspiren el quehacer electoral de un PP que puede verse desnortado y flaquear en las urnas si se excede en otros rumbos «progresistas».
- Jesús Fernández-Miranda y Lozana es abogado