Amnistiarse a sí mismos
La amnistía será, en su campo, otra ley del 'sólo sí es sí'. Entrará en vigor y ya no habrá marcha atrás
Se ha escrito mucho sobre la amnistía, yo también, cuando era una idea no concretada de Sánchez y casi siempre en relación con su inconstitucionalidad. También tras conocerse el farragoso texto. El magistrado Prego reiteraba el domingo un argumento que alzó al inicio del debate José Manuel Vera Santos, catedrático de Derecho Constitucional: «Si no se entiende definitivo el hecho de que la amnistía no aparezca en la Constitución ¿concluiremos que, al no aparecer la esclavitud, es constitucionalmente válida?». Claro que no. El diputado del Congreso Pedro Muñoz Abrines, de formación jurídica, analizó en un riguroso artículo el texto anotando sus contradicciones y brindis al sol: «Solo desde una interpretación de la Constitución basada en cánones interpretativos no admitidos o nada comunes en nuestro ordenamiento, podría validarse la amnistía». Pero nada, ni las opiniones de clásicos del Derecho como Gimbernat o Aragón Reyes, inquietan a Sánchez. Él a lo suyo, como siempre.
La amnistía será, en su campo, otra ley del 'sólo sí es sí'. Entrará en vigor y ya no habrá marcha atrás. No dudo que se aprobará y sería tranquilizador que un juez en una acción previa, prejudicial, pidiese la opinión del Tribunal de Justicia de la UE y resultase contraria. Cuando la ley entre en vigor muchos delincuentes se beneficiarán de ella y el daño estará hecho. Golpistas, terroristas, malversadores, corruptos, quienes incendiaron las calles de Cataluña, quienes hirieron a policías y guardias civiles –a algunos acabando con sus dedicaciones de por vida–, quienes gastaron en su jueguecito independentista el dinero de todos los españoles, se irán de rositas. Los amnistiados habrán visto borrados sus delitos. Y los tribunales que les juzgaron o mantenían abiertos sus procesos quedarán desautorizados. Y el propio Rey. Es indicativa la reacción del fugado Puigdemont tras las primeras manifestaciones callejeras; se preguntó: «¿A qué hora sale el Rey a dar su mensaje televisivo ordenando ir 'a por ellos'?» Una chulería avalada por Sánchez.
En esta amnistía a la carta me inquietan tanto o más los aspectos morales que los jurídicos.
Es una norma hecha por los propios amnistiados. Una inmoral vergüenza. Rufián, de verborrea rampante, declaró que la mitad del texto asumido por los socialistas lo habían redactado ellos. Y si, según se ha repetido, Conde Pumpido, asesoró en la redacción de la ley, la inmoralidad y el delito estarían servidos. Conde Pumpido no lo negó ni lo afirmó, pero recordemos que no le preocupa mancharse la toga con el polvo del camino. Sería, como poco, un delito de prevaricación. PSOE, Junts, ERC, Sumar y PNV ya preparan Comisiones de Investigación en el Congreso para juzgar la actuación de los jueces. El llamado lawfare. Hacen todo lo que antes negaron.
Mientras, Nicolás González-Cuéllar, catedrático de Derecho Procesal y responsable del Observatorio Permanente de Justicia Civil y Penal Europea, anuncia una querella contra el letrado mayor del Congreso, Fernando Galindo, por un delito de prevaricación «si su informe técnico-jurídico es positivo a la norma y a su debate parlamentario». Galindo, que no es aforado, fue nombrado por la manejable Armengol tras mostrarse contrario su antecesor, Carlos Gutiérrez Vicén, a la legalidad de la amnistía; Galindo llega desde la subsecretaría del Ministerio de Política Territorial. Todo queda en casa.
Sánchez declaró sobre la secesión que «ese camino nunca se debió violentar». No entendí sus palabras. Él apoyó la aplicación del 155 en Cataluña, pero acaso fuese un lapsus. O mintió. ¿Entonces o ahora? ¿En las dos ocasiones? La relación de Sánchez con la mentira es tan estrecha que resulta complicado opinar. Tilda de fascistas a los millones de manifestantes en toda España. Todos los españoles que no piensan como él, no le aplauden, no le soban a lo Yoli, no jalean sus decisiones, son fascistas. También los que le impiden salir a la calle sin riesgo de abucheos. Escuché en televisión a un panadero de Andújar que asistía a la manifestación de Cibeles y no me dio la impresión de fascista sino de preocupado. Sánchez aspira a gobernar para los suyos aunque mermen por sus contradicciones y disparates. Acaso no le importe y sólo quiera gobernar para quienes tiene atados a los escaños por un sueldo. Y para satisfacer su enorme ego patológico.
Lo que Sánchez llama cambiar de opinión no conseguirá que lo dicho no se dijo y que lo hecho no se hizo. Y no habrá olvido porque existen hemerotecas y videotecas y quedarán retratados el personaje y su acompañamiento. Algunos muestran en privado su bochorno pero votan lo que les dice. Tampoco podrán salir a la calle en sus provincias. Como Page no pocos se quedan en el pellizco de monja. Incluyo a González y a Guerra. Y de conseguir la convivencia en Cataluña, nada. Ha enfrentado aún más a los españoles, y entre ellos a los catalanes, por mantener su sillón. Y como el pueblo soberano puede no conocer a fondo la Constitución, Sánchez lesiona a la Monarquía parlamentaria. El Rey, que está bien asesorado, no ignora la realidad, pero cuando dirigió su mensaje a los españoles el 3 de octubre de 2017, que ahora se le recuerda, consultó a un Gobierno que no era éste. El Rey servirá a España desde la Constitución y lo hará singularmente desde los artículos constitucionales que le afectan directamente. Sólo había que ver su gesto mientras Sánchez prometía servir a España y al Rey «por su conciencia y honor». ¿A dónde fue a buscarlos? ¿A Waterloo?
- Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando.