Cómo convertir un diábolo en un balón de rugby
El 50 por ciento de los jóvenes españoles cree que su formación no se ajusta al mercado laboral y que el 75 por ciento de las empresas afirman que les cuesta encontrar los trabajadores con los conocimientos que buscan
Los ciudadanos de nuestros días necesitan de los más diversos conocimientos en su vivir cotidiano. Han de saber conducir un automóvil, manejar un teléfono móvil, manejar un ordenador… Incluso tener competencias «soft», habilidades interpersonales indispensables para ocupar cualquier puesto de trabajo.
Es un mundo nuevo que, entre otras cosas, necesita replantearse el diseño y funcionamiento de los sistemas educativos, «dentro de una visón humanista de la educación, como bien común social» (UNESCO «Replantear la educación .¿Hacia un bien común mundial?»-2015).
Especialidad importante de la educación es aquella que trata de dotar al educando de capacidades que le permitan desempeñar un puesto de trabajo.
Las técnicas de organización del trabajo empezaron a desarrollarse en los albores de la Primera Revolución Industrial, sufriendo un importante impulso a principios del siglo XX. Las propuestas de un ingeniero tan conocido, y tan injustamente criticado, como F.W. Taylor, fueron parodiadas por Charles Chaplin, con humor y con crueldad, en su película Tiempos Modernos. Pareció olvidar el cineasta que F.W. Taylor buscaba no solo aumentar la eficiencia de los trabajadores sino, primero y fundamentalmente, enseñarles nuevas habilidades para que pudieran recibir salarios más altos y sentirse dignos en su oficio. Además, quizás esta fue su contribución más importante, vino a demostrar que la posesión del saber ya no era patrimonio exclusivo de las universidades sino que lo era, también, sobre todo en el caso del saber técnico, de las empresas.
Las empresas se han convertido en generadoras y poseedoras de conocimientos, papel que durante mucho tiempo ostentaron, con una cierta exclusividad, las universidades y las organizaciones gremiales. La transmisión del conocimiento a las generaciones futuras tiene que contar con este hecho. Cuando, en nuestros días, hay que analizar lo que una sociedad sabe, hay que mirar no solo a las universidades, a las escuelas de negocios, a las instituciones artesanas, sino también a las empresas, que se han vuelto indispensables en los sistemas de enseñanza.
La formación del trabajador se ha convertido en una variable clave para conseguir el bienestar económico. Un alto bienestar necesita de una alta preparación de la población. Un alto capital humano atrae la inversión, crea puestos de trabajo. Esta alta formación solo puede conseguirse mediante la colaboración entre aquellos que poseen el conocimiento y que son capaces de transmitirlo.
La declaración de Copenhague recoge la intención de las Autoridades Europeas de convertir la Unión en la economía basada en el conocimiento más dinámica del mundo. Una de las clasificaciones de la formación que prestan los sistemas europeos a sus ciudadanos consiste en dividirla en alta, media (propia de la formación profesional) y baja, señalándose el porcentaje de cada una en la población activa de cada país. Según estimaciones fiables, los de la Unión Europea son: bajo –17 por ciento–, medio –47 por ciento–, alto –37 por ciento–. Presenta un «modelo de balón de rugby» (las cualificaciones medias son las más abundantes). Los porcentajes para España son: bajo –32 por ciento–, medio –30 por ciento–, y alto –37 por ciento. Presenta un «modelo de diábolo», las calificaciones medias son las menos abundantes.
El análisis de las cualificaciones necesarias para desempeñar los puestos de trabajo, que se prevé existan en España a corto-medio plazo, arrojan el resultado de bajo –14 por ciento–, medio –49 por ciento– y alto –37 por ciento–, lo que muestra un claro desajuste con la oferta de cualificaciones del país. Habrá exceso de cualificaciones en un nivel bajo y acusada carencia a nivel medio, lo que hará que puedan simultanearse el paro y los puestos vacantes. Este desajuste está entre las causas de que el desempleo de los jóvenes de menos de 25 años en España sea de alrededor del 50 por ciento.
Algunas encuestas señalan que el 50 por ciento de los jóvenes españoles cree que su formación no se ajusta al mercado laboral y que el 75 por ciento de las empresas afirman que les cuesta encontrar los trabajadores con los conocimientos que buscan.
El gasto en educación en España es inferior al medio del Unión Europea y de la OCDE. También es inferior el número de estudiantes que eligen la formación profesional, aunque va creciendo, a medida que va superándose el prejuicio de que el ejercicio de un oficio tiene menos relieve social que el que se deriva de un título universitario.
La formación profesional tiene variantes. De ellas la que ha adquirido un relieve muy especial es la denominada formación dual, que se adquiere armonizando el estudio en centros especializados con el trabajo en la empresa. Es la propia de Alemania y Suiza, donde representa el resultado de un proceso histórico-cultural, que busca prioridades sociales. Se practica también, con mayor o menor intensidad, en Austria, Dinamarca, Noruega, Luxemburgo y los Países Bajos y, en cierto modo, en Francia.
Los buenos resultados de la formación dual han hecho que países como España, Grecia, Portugal, Italia, Eslovaquia, Letonia, Rusia, China estén intentando implantarla en sus sistemas de enseñanza, suscribiendo, en algunos casos, acuerdos con Alemania. Algunos tratadistas alemanes han advertido, en publicaciones recientes, que el traslado de la formación dual a otros países desde Alemania es complicado y desde luego no es posible hacerlo en su integridad, sino que ha de adaptarse a la circunstancia de cada país.
La Ley sobre Formación Profesional de España (Ley 3/2022) prescribe que esta sea dual. Por el momento, solo alrededor de un 4 por ciento de los alumnos eligen esta rama y parece que en un país con un sistema de enseñanza y legislación muy fraccionados y una elevada dispersión de las unidades de producción su implantación creará especiales dificultades. Un esfuerzo encomiable es el de la Alianza para la formación profesional dual, compuesta por más de 1.500 empresas, que vienen apoyándola. La elección de la formación dual parece muy acertada pero su implantación puede presentar retos de especial relieve.
- Andrés Muñoz Machado es doctor ingeniero industrial