Determinados a la Revolución
Es el determinisno social dirigido desde las políticas divididas de nuestro país. Por esta razón asistimos a términos de agitación como ultraderecha, fachosfera, fango, izquierda radical... un caldo de cultivo que presagia un cambio social
Dice la filosofía que un hombre está determinado «cuando ha perdido el libre albedrío y su vida está regida por circunstancias que se escapan a su propio control». De alguna manera, pudiéramos pensar que siempre fue así, aunque deberíamos matizar esta sumisión dada la encrucijada política a la que estamos sometidos.
¿Hemos perdido el libre albedrío? ¿Se escapan las circunstancias políticas a nuestro control? Realmente ¿para qué acudimos a las urnas?
La verdad queda determinada a la conveniencia de los propios actos dependiendo de quien los ejecute, y es por ello expresión de la alienación.
El español vota y luego no gobierna el partido más votado. La decisión del pueblo no se tiene en cuenta porque se atiende al sentir de una minoría, sin asumir las responsabilidades que otorgan las urnas.
Tomando como ejemplo los últimos diez meses, el PP ganó las elecciones y no gobierna, y en las elecciones catalanas pretende gobernar Puigdemont, que no el PSC.
Los políticos nos someten a sus banalidades de poder. Habría que preguntarse quien ejercita ese mandato clásico de gobernar para el bien común.
Viene a la memoria aquellas palabras de Largo Caballero: «El que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, iremos a una revolución». Que recuerdo ausente de «jarabe democrático», pero oportuno.
¿Nos hemos quedado los españoles determinados por el poder de la izquierda? ¿Nos hemos metido en el vientre de la ultraderecha?
Si consideramos un país dividido entre estas dos fuerzas, es imposible escapar al pensamiento que define el malestar de la revolución, de la división de los españoles.
No diría que han sido causas descoordinadas las que nos han llevado a este «conflicto de urnas».
En los últimos veinte años, insuflados por el aliento de la izquierda, la democracia española cambió y se giró hacia un determinismo sin precedentes en nuestra historia reciente. Su pensamiento de «que no vuelva a gobernar la derecha» nos determinó a un gobierno continuo de izquierdas.
Sabemos que gobernó Rajoy cayendo ante la presión de Sánchez con su argumento de «usted miente». Después, un mecanismo de selección lamarckista introdujo una mutación al gen de la Transición y modificó la educación, la escala de valores e ideas, transmitiéndolas a las «nuevas generaciones».
Es el determinisno social dirigido desde las políticas divididas de nuestro país. Por esta razón asistimos a términos de agitación como ultraderecha, fachosfera, fango, izquierda radical... un caldo de cultivo que presagia un cambio social y la armadura de una revolución. Los señores del ruido saben mucho de esto.
Al igual que el darwinismo social no pudo explicar la paz dentro de sociedades concretas, tampoco puede plantear la vida humana como una lucha por la supervivencia entre naciones, razas o ideologías políticas. Y esto nos parece lejano, pero está mucho más cerca de lo que podemos imaginar.
Nuestros gobernantes nos han alimentado con «una teoría de la insociabilidad» y tal asunto sólo reconoce una puerta de salida: La revolución. ¿A quién le interesa organizar un proceso revolucionario? Piensen en los manipuladores que engendran mentira y violencia, los usurpadores del estado de bienestar, los embaucadores que adormecen a los más jóvenes utilizando una lucha social de antaño. Todas estas semillas brotaran en un futuro revolucionario.
Como decía Víctor Hugo: «Los volcanes arrojan piedras, las revoluciones... hombres». Lástima. ¿Quedamos decididamente determinados a que nos esclavicen? No nos gobiernan, nos mandan a votar.
- Pedro Fuentes es humanista