La verdad pervertida
En no pocos países –cito de memoria: Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Austria– importantes políticos dimitieron por plagiar párrafos en una tesis o por mentir. Sánchez ni se inmuta
Coincido con Carmen Martínez Castro –y no sólo en eso– en que las andanzas impresentables del Gobierno y sus malabarismos para tratar de justificarlas, me mueven más risa que enojo. Ya nos dijo un tipo tan huraño como Baroja que los asuntos más serios pueden producir hilaridad. Es lo que me ocurre ante las risas forzadas de Sánchez en el Congreso, las diatribas sincronizadas de los ministros, las impropias invectivas partidistas de la portavoz gubernamental, y ciertas actitudes de tertulianos embozados cada vez más desnudos. Me pregunto cuál será su embozo cuando Sánchez abandone Moncloa.
El nerviosismo gubernamental, del número 1 al 22, se debe a la penosa situación de un Gobierno que no gobierna, se defiende malamente y sólo actúa de oposición de la oposición. Lo peor es que refleja una realidad tan débil y alarmante como la que padecemos, vendido el país en parcelas por el Gobierno como si fuese su finca, a los enemigos de España, patriotas de la nada movidos por egoísmos, intereses económicos, manipulaciones –más aún: inventos– de la Historia, y sed de poder en una imposible independencia que sólo alientan sus sueños, aunque Sánchez mire para otro lado.
Achaco el desvío mental, y soy generoso, a un letal desconocimiento de la Historia. Los independentistas de salón y caviar ponen sus miradas en la desmembración de la Unión Soviética y de Yugoslavia, tras dos dictaduras, pero la España de la UE es una democracia plena desde hace casi cincuenta años que, si Sánchez no la escombra, y hay instrumentos para impedirlo, seguirá reconociéndose a sí misma como lo que ha sido, es y será. Por mucho que Illa, blandito, temeroso y sumiso, dé alas al independentismo catalán y el número 1, sin ideología, débil y egocéntrico, entregue a Bildu, en el caso vasco, lo que le pida. Es un problema de supervivencia nacional, aunque una legión de ciegos o de tontos no quieran enterarse.
Moncloa y sus palmeros mienten llamando progresistas a sus socios. Lo obvio, lo que la Historia confirma, es que, en Cataluña, Junts es una opción reaccionaria y ya anda a garrotazos con ERC, de izquierda radical, y en el País Vasco, Bildu, nacido del terrorismo asesino, y el PNV, amamantado en la xenofobia y el más rancio derechismo, se enfrentan si hay ocasión. Ese pastiche bajo el remoquete de progresista sólo le sirve a Sánchez para trampear sin votos y sin escrúpulos. El desconocimiento de la Historia, o las lecturas insuficientes e ideologizadas, son vías a la ignorancia. Y no sólo de los independentistas, también de jerarcas del PSOE que veneran como catón lo que asumen como cierto en su demencial «memoria democrática».
Me hablaron de una gloriosa intervención de Marisu Montero en un pleno del Congreso que era difícil de creer. Vi el vídeo. Era cierto de la A a la Z, esas letras que llevó Sánchez al Congreso para eludir responder –como a las demás– una pregunta de la oposición. La Montero, y está grabado, atribuyó la sanidad pública gratuita, la educación para todos y el sistema público de pensiones a Felipe González. Ante las risas de parte de la oposición, aseveró solemnemente: «Es que ya no sé, señorías, si es ignorancia». Parte de esas conquistas las inició Eduardo Dato y en su conjunto se deben a Franco. Ella es la ignorante ¡licenciada en Medicina! ¿En qué país vivió? Y, si no es ignorancia, miente. En una visita de Sánchez al hospital de La Paz, algún informador, creyendo a un mandamás socialista, adjudicó a González su construcción. En La Paz murió Franco en 1975 y se inauguró en 1964.
En no pocos países –cito de memoria: Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Austria– importantes políticos dimitieron por plagiar párrafos en una tesis o por mentir. Sánchez ni se inmuta. En España mentir no asegura reproche en las urnas. La verdad se ha pervertido en la política. En la mentira Sánchez es un maestro y ha inoculado el virus a sus ministros. Mienten tanto que no distinguen entre mentira y verdad. Ahora exigen a coro, sin motivo, que Ayuso dimita y disculpan y enmascaran que el responsable de la Fiscalía General del Estado haga pública una investigación de la Agencia Tributaria. Por un hecho similar perdió la carrera el juez Baltasar Garzón. García Ortiz se reconoció públicamente autor de aquella nota de prensa. Ahora asegura en la televisión que pagamos todos que no está «investigado» ni «imputado». Otra falsedad. Y Ayuso está jurídicamente impoluta, fracasadas las numerosas trampas judiciales de sus adversarios políticos. Denigraron a su padre, a su hermano, ahora a su pareja, y Sánchez, como presidente del Gobierno, la tilda a ella de delincuente. Sin antecedentes en una democracia.
Escribí hace tiempo que atacar a Ayuso era una arriesgada apuesta del presidente. Puede salir trasquilado como ya salieron él y su mujer en sus acosos al juez Peinado. Y nadie se pregunta qué pintaba la Abogacía del Estado auxiliando a Sánchez que prestó declaración ante el juez como marido de Begoña Gómez y no como presidente del Gobierno. La Abogacía del Estado, a diferencia de asociaciones de fiscales, no ha hecho pública su opinión. Aquella frase atribuida a Luis XIV de Francia: «L`Etat, c`est moi» identificaba al Rey con el Estado. Como Sánchez. Aseguró públicamente que la Fiscalía es suya ¿por qué quedarse corto? Se cree la personificación del Estado. Y, en sus sueños dulces, el Rey.
Ya en 2004 declaró Rubalcaba: «Los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta, que les diga siempre la verdad». Pues eso.
- Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando