La muleta de Franco
Sánchez anunció para 2025 cien actos conmemorativos del medio siglo de la muerte de Franco. Un acto cada tres días. Napoleón recuperó el poder cien días y a Franco le recordarán con cien actos
Es inolvidable aquella imagen de Sánchez huyendo de Paiporta apoyado en dos guardaespaldas, tambaleante, casi a rastras, con el rostro descompuesto y la sensación de necesitar una ducha. Un palo había caído a varios metros tras impactar en la espalda de un acompañante. No tocó al presidente, pero el miedo le pudo. Él declaró urbi et orbi que fue víctima de unos ultraderechistas; se demostró que eran sólo ciudadanos cabreados. Los Reyes permanecieron entre las gentes, aguantaron el chaparrón de la indignación popular y demostraron humanidad y valentía. Sánchez no quedó precisamente como El Cid ante Valencia.
Recordé aquella penosa escena cuando Sánchez anunció para 2025 cien actos conmemorativos del medio siglo de la muerte de Franco. Un acto cada tres días. Napoleón recuperó el poder cien días y a Franco le recordarán con cien actos. Sánchez esta vez no se apoya en guardaespaldas sino en la muleta de Franco y así intenta mantener su vacilante andadura política. Cree que la decisión le beneficiará.
La muerte de Franco no es acontecimiento para conmemoraciones, a no ser planteándolo con rigor histórico, que no es el caso, y en su programación se incluyesen, junto a los aspectos negativos indudables, filmaciones de las interminables colas de ciudadanos que pasaron horas en la calle para desfilar ante su cadáver, se reprodujese el minuto de silencio de la Asamblea General de la ONU en su memoria, se recordase objetivamente la evolución de aquel régimen, o se mencionasen las representaciones extranjeras asistentes a su entierro. Sería una conmemoración no ideológica sino histórica.
Si la rememoración no tuviese trampa debería protagonizarla Juan Carlos I que suponía el inicio de un camino y no el final. Pero al padre del actual Rey le mantiene desterrado un Gobierno acomplejado como medio contra la Monarquía. Y a esa intención se debe la coincidencia de espacios basura en las televisiones caseritas para perjudicar a Juan Carlos I. Me temo que hasta eso se apañó en Moncloa. Sánchez decidió los cien actos por interés ideológico y fines personalistas.
Las celebraciones que deberían plantearse, si se buscase rememorar, como se dice, la democracia y las libertades, serían en 2027 y 2028: las primeras elecciones democráticas de 1977 y la Constitución de 1978. Acaso Sánchez conmemora el fallecimiento de Franco porque en las otras fechas teme no seguir en Moncloa. Aquel 20 de noviembre de 1975 no supuso el inicio de la democracia ni la recuperación de las libertades sino el final de un hombre en una cama del hospital de La Paz, de la Seguridad Social, inaugurado por él. Fue falsa la versión que se hizo circular cuando visitó Sánchez La Paz; no la inauguró Felipe González, que nunca se la atribuyó.
Los cien actos no se deben a lo que nos vende Sánchez, experto en ofrecer mercancías falsificadas. Su intención es ideológica. Utiliza la muleta de Franco para, con ella, tratar de mantener a un tambaleante Gobierno que no puede gobernar, y lo hace a duras penas a cambio de una subasta de favores a enemigos de la unidad nacional que no deberían constituir materia de trueque. Que alguien se mantenga en el poder no habría de conseguirse a cualquier precio. Y en España ocurre.
Esta celebración supone, además, pasar otra vez la goma de borrar sobre la Transición y la reconciliación nacional -que ya venía produciéndose lentamente años antes-, ningunear las primeras elecciones democráticas, y minusvalorar la Constitución que fue masivamente votada y con los mayores porcentajes en Cataluña. Se conmemora el final de una etapa, Franco, y no el principio de otra, Juan Carlos I, para socavar, otra vez, a la Corona, como si entre 1975 y 2025 no se hubiese vivido y se diese un salto al vacío de Franco a Sánchez.
Primero Zapatero, iniciador de tantos errores, y luego Sánchez, decidieron por meros cálculos partidistas dividir a los españoles. Sánchez no disimuló sus intenciones, víctima de su debilidad y de su falta de visión nacional. Y no menos de su mediocridad, en la que le acompañan muchos de sus ministros. Optó por gobernar sólo para los suyos olvidando a la mitad de los españoles, y lo expresó claramente al hablar de un muro. A un lado los que quieren engañar con el señuelo «que viene la derecha» y la concesión de algunas migajas, y al otro los que considera enemigos a batir. La apuesta le saldrá mal, pero políticamente malvive. Sus socios, objetivamente mediocres hasta el esperpento, no dan para más. ¿Alguien con cierta formación puede seguir sin sonrojarse las intervenciones públicas de Yolanda Díaz?
El último disparate de Yolanda, la tocona, es pedir que se castigue a la Iglesia por las misas, privadas, que se celebraron por el alma de Franco en su aniversario. Esta supuesta jurista avezada, otro camelo, no conoce el inicial Concordato, vigente, ni los posteriores Acuerdos de 1976 y 1979 entre España y la Santa Sede. No respeta la libertad religiosa de los españoles ni, por ello, la Constitución. Está anclada en sus panfletos comunistas. Debería leer más
Cuando Sánchez está cercado por la corrupción, no hay día sin una alarmante noticia, y el apoyo a la Justicia que aseguró se traduce en el mayor ataque al Poder Judicial en cincuenta años, fiarse de la palabra de Sánchez es una temeridad en la que sólo caen los ilusos. Se quiere tapar la preocupante realidad de España con la utilización de Franco como muleta. Demasiado burdo. Recordemos aquella célebre frase de Rubalcaba: «Los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta, que les diga siempre la verdad». Muy actual.
- Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando.