La hiena y el elefante
Si Sánchez no ha encontrado, con cientos de asesores, motivos más serios y cercanos para atacar a Feijóo, es que no existen. Deberían cesar por inútiles algunos de los zampabollos que le asisten
Si escribiera que me sorprende mentiría. Ya me sorprenden pocas cosas y desde luego nada de lo que pueda decir Sánchez. En la última sesión de control del Congreso se reía a carcajadas —¿de qué?— y acaso la procesión iba por dentro. A esa hora su mujer comparecía ante el juez para no dar explicaciones y solo contestar a preguntas de su abogado, pero menos es nada.
Como nunca contesta a lo que se le pregunta, tampoco en la sede de la soberanía nacional, Sánchez reiteró una de sus gracietas: recordó a Núñez Feijóo su foto en un yate con el más tarde juzgado y condenado Marcial Dorado. Los problemas de Dorado con la Justicia se iniciaron en 2005 y la foto es de 1995, diez años antes. Treinta años después, un presidente de Gobierno, al que se supone cierto rigor, considera vigente para una lanzada política al adversario que le ganó las elecciones aquella imagen con alguien entonces no acusado de nada. Si Sánchez no ha encontrado, con cientos de asesores, motivos más serios y cercanos para atacar a Feijóo, es que no existen. Deberían cesar por inútiles algunos de los zampabollos que le asisten.
Resulta curioso, o no, por su hipocresía y cinismo, que Sánchez, que parece amante de las fotos, no recuerde la imagen mucho más cercana —septiembre de 2020— del entonces vicepresidente de su Gobierno, Pablo Iglesias, con la narcoterrorista colombiana Piedad Córdoba, sorprendidos cenando. Se publicaron fotos e informaciones; no es ningún secreto. Pero el presidente de las carcajadas no se enteró.
No sorprende menos que Sánchez considere bulos intrascendentes que esté imputado y en la antesala de investigación en el TS su amiguísimo José Luis Ábalos, antes ministro y número dos de su partido, y que se encuentren bajo sospecha hasta cinco ministros, la presidenta del Congreso y su actual segundo de a bordo en Ferraz. Por no hablar de la catedrática Begoña Gómez y del músico David Sánchez. Consolido mi temor a que estemos ante un problema patológico, porque sin esa explicación no se entendería mencionar la soga en casa del ahorcado y emplear dardos mientras le apuntan misiles.
Se suceden tantos casos de corrupción que los vamos olvidando; se quedan antiguos. ¿Quién se acuerda del Tito Berni? Pues está ahí. Por no preguntar quién recuerda los ERE, con un agujero de 679 millones, el mayor caso de corrupción del país, con siete años de instrucción. O la estafa de 1,7 millones de euros de UGT de Canarias con catorce acusados, cuyo juicio comenzará en abril, quince años después de abrirse la investigación y tres de decretarse la apertura de juicio oral. La Justicia va a ritmo de caracol. Pero tranquilos, al fondo de la escena está Conde-Pumpido, el que afirmó «que había que mancharse las togas con el polvo del camino». En el TC ya lo ha practicado.
Nada de lo escrito es ficción, aunque a veces lo parezca. Tras esos hechos y tantos otros no pasa nada. Como si no existiesen. La sociedad está anestesiada, no reacciona. De vez en cuando echa una mano Tezanos, el del CIS desprestigiado. Sánchez ganó la moción de censura, que le llevó al Gobierno, apuntalada en una sentencia manipulada, como luego reconoció la instancia judicial superior, y no condenaba al PP (el PSOE es el único partido condenado como tal por corrupción). La finalidad de la moción era acabar con la corrupción. En aquel Pleno del Congreso defendió ardorosamente la limpieza en la política el diputado socialista José Luis Ábalos. Parece un chiste, pero es real.
Desde aquel 2018 de la moción han ocurrido muchas cosas. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Los partidos tampoco. Nació el sanchismo y surgió una autocracia galopante. Sánchez, que no se haría una foto con un amigo inocente en un yate, pactó con asesinos confesos, ladrones, golpistas y enemigos declarados de España. Lo llamó coalición progresista. Ya le está fallando. Todo por mantenerse en Moncloa. Y desde la mentira permanente.
Se me ocurren dos ejemplos del reino animal, mamíferos, que reflejan realidades actuales. La hiena: ágil, peligrosa, hedionda, cobarde, practica el parasitismo por robo, y produce una risa orientadora. El elefante: enorme, de movimientos lentos, pero seguros, comportamientos inteligentes, muy sensible gracias a su probóscide, con colmillos para defensa y ataque. Veo a Sánchez reflejado en la hiena y a la Justicia en el elefante. Inútiles las trampas.