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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

El discurso del Rey y el elefante en la habitación

Entendemos sus límites, pero su alocución soslayó la grave crisis institucional que vive España, con corrupción en el Gobierno y un claro acoso al poder judicial

Actualizada 10:48

No albergamos la menor duda sobre que Felipe VI, de 56 años y con una década en el trono, tiene las mejores intenciones y un compromiso total con España, con su legalidad y con su actual modelo de derechos y libertades. También ha supuesto una suerte para los españoles su carácter templado, bien alejado de los episodios de laxitud que emborronaron la buena obra de su padre. Además, la Corona es crucial ahora mismo para España, porque supone el último dique frente a pulsos separatistas y ante la pulsión semi autoritaria de quien ustedes saben. Por último, el Rey no puede decir lo que le da la gana en sus discursos, que son supervisados por el Gobierno.

Pero dicho todo lo anterior, me parece que lo sincero, y hasta lo leal con Felipe VI, es señalar que su discurso ha reflejado una España que no reconozco cuando observo aquella en la que vivo. Empezando por un apunte tan discutible como elogiar la supuesta buena marcha de la economía, cuando esta misma semana la UE ha señalado que tenemos la peor tasa de pobreza tras Bulgaria y Rumanía, cuando el crecimiento está inflado por un gasto público alocado, cuando los datos del paro se encuentran trucados mediante una triquiñuela semántica que oculta 700.000 desempleados, o cuando sufrimos la mayor carga fiscal en un país grande de la UE en relación a nuestros ingresos. Si todo eso es un éxito, apaga y vámonos...

La médula del discurso del Rey radicó en una encomiable apelación a la «búsqueda del bien común». Y está muy bien, pero la principal amenaza hoy en España a ese preciado «bien común» estriba en que el Gobierno del país reposa sobre partidos antiespañoles que lo desdeñan, pues solo piensan en sus ombligos y en la hipotética construcción de sus mini estados. Esos partidos gozan de un peso que no se corresponde con sus votos, y se debe a que el actual presidente se ha plegado ante ellos para llegar a la Moncloa sin ganar las elecciones, hasta el extremo de que ya nos anuncia una humillante visita para rendir pleitesía al prófugo de la justicia al que debe el poder.

El Rey aboga, y tiene razón, por el diálogo y la búsqueda de «espacios compartidos». Pero la realidad es que nos gobierna un presidente que en sede parlamentaria propuso un «muro» para aislar por siempre a «la derecha y la ultraderecha». La antítesis de los «espacios compartidos».

El Rey aboga, y tiene razón, por poner en valor la Constitución del 78 y su espíritu de concordia. Pero lo que está pasando ahora mismo en la España real es que la Constitución se ve mellada de facto por una amnistía a la carta, dictada por los separatistas a Sánchez y que crea españoles de primera y de segunda (amén de que se nos anuncia ya un cuponazo catalán, que ahondará en la división a costa de los bolsillos de los habitantes de las regiones cumplidoras).

El Rey aboga, y tiene razón, por «defender las bases de la democracia liberal». Pero lo que está pasando en España es que está hecha papilla:

¿Cabe en una democracia liberal negar su derecho a existir a Vox, como hace un presidente del Gobierno que es socio del partido de ETA? ¿Cabe en una democracia liberal que los miembros del Gobierno llamen «prevaricadores» a los jueces que investigan la corrupción del PSOE y de la esfera familiar del presidente? ¿Es admisible en una democracia liberal que el presidente acuse al poder judicial y a la prensa que cumple con su deber de mantener una conjura contra él? ¿Es propio de una democracia liberal trucar encuestas a favor del partido gobernante pagadas con dinero público, convertir la televisión pública en el NODO, copar todas las instituciones y empresas del Estado con amigotes y fámulos del PSOE y el PSC? ¿Es propio de una democracia liberal que se acepten como normales las reiteradas mentiras del mandatario a la ciudadanía?

Entendemos que el Rey hace lo que buenamente puede, porque si señalase la verdad de lo que ocurre en España podría perder el apoyo del PSOE, sin el que la Corona se tambalearía (y sabido es que Sánchez no tiene escrúpulos de ningún tipo). Pero su correcto discurso de anoche se nos queda corto a algunos españoles -y me temo que somos legión- que nos sentimos muy preocupados por unas derivas autoritarias y antiespañoles que pensábamos que no veríamos jamás en un país del nivel de la España del siglo XXI.

Mientras hablaba el Rey, deambulaba por la habitación un elefante rompiéndolo todo, y se ha evitado señalar sus destrozos, no vaya a ser...

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