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en primera líneaJosé Andrés Gallegos del Valle

Gloria a Ucrania

Admiramos también la inteligencia y decisión con que aquella nación democrática, europeo-oriental pone proa de acero a la agresión —ilícito internacional axiomático en 2014 con la ocupación putiniana de Crimea y Sebastopol, multiplicada tras 2022 en la cuenca del Donets—

Actualizada 01:30

Resulta algo chocante escribir sobre los amplios horizontes reales de nuestra política exterior, cuando la coyuntura nacional apunta al retroceso. Empero, estos años pasarán y conviene que cuando acaben tengamos claro y bien estructurado qué somos en nuestro mundo —con nuestro milenario pasado— qué podemos ser y a dónde vamos.

Gloria

Lu Tolstova

Él en su día quizá necesario Recogimiento canovista nos escayolaría ahora. Neutralismo, supeditación, quedar al margen pertenecen al XIX. Y al XX, a la Guerra Fría. Mundos pasados. Soltura intelectual, formación sólida, libertad emprendedora, concurrencia con amigos y colegas de las demás democracias libres y prósperas: eso es ahora España.

1.— En diciembre de 2024 el Ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Sr. Sybiha, saludado en Damasco por el Jefe del Estado de facto en Siria, Sr. Al-Sharaa, recibía allí las primeras quinientas toneladas de harina de trigo ucraniana, imprescindibles. Siria siempre produce cereales, pero los anteriores tiranos debían importarlos de Rusia a un país que toma pan en cada comida. Por su parte, Berlín encabeza en la UE un movimiento bienvenido para reducir las sanciones a la nueva Siria, mientras este enero el Departamento estadounidense del Tesoro autoriza a sus nacionales el comercio con aquel país. Todo sin que las capitales de los Estados de derecho dejen de seguir los acontecimientos sobre el terreno. Ucrania forma parte de nuestro patrimonio desde el año 1000 con el príncipe de Kiev, San Vladimiro, y responde como cualquier sistema democrático al fin de la satrapía del Baás Árabe Socialista y sus líderes, los Assad, huidos al Moscú del presidente Putin.

Admiramos también la inteligencia y decisión con que aquella nación democrática, europeo-oriental pone proa de acero a la agresión —ilícito internacional axiomático en 2014 con la ocupación putiniana de Crimea y Sebastopol, multiplicada tras 2022 en la cuenca del Donets— que viola la Carta de San Francisco en 1945, el Acta Final de Helsinki de 1975, el Tratado de Belavezha en 8 de diciembre de 1991, el Acta de Independencia de 24 de octubre de 1991, el Tratado de Budapest de 5 de diciembre de 1994 y el Acuerdo de Amistad Ucrania-Rusia en 1997, entre otros. La Rusia del Sr. Putin ha incumplido todos los acuerdos internacionales firmados por ella misma que afectan al país de las grandes llanuras.

2.— No hay error. La Resolución XXXIX de la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1974 define que: «la agresión es el uso de la fuerza armada por un Estado contra la soberanía, la integridad territorial o la independencia política de otro Estado, o en cualquier otra forma incompatible con la Carta.» Y: «el primer uso de la fuerza armada por un Estado en contravención de la Carta constituirá prueba prima facie de un acto de agresión».

Tomar un «relato» por la verdad engendra monstruos, entre ellos el fraude de ley y la ley del más fuerte. En el Gorgias de Platón, Calicles sostiene la superioridad natural de los dueños del poder, de manera que la justicia y la ley devendrían en añagazas de los débiles. En sentido contrario, la sólida argumentación de Sócrates rebate esa sinrazón de los indignos o, en positivo, apunta a la necesidad de que las personas de bien deban cultivarse, abandonar el miedo y entrar en la defensa del bien común robado.

Va mucho en la opción filosófica de cada uno. Como Stalin/Hitler o Chamberlain, quienes carecen de moral o prescinden de ella se hunden, no sin deshacer la seguridad internacional. Españoles y europeos, los hombres y mujeres de España sabemos que la integridad y soberanía de Ucrania nos afectan directamente en todos los sentidos.

Tras Kiev, además, peligran Oslo, Helsinki, Tallin, Riga, Vilna y Varsovia. La inevitable desmoralización de las Fuerzas Armadas putinianas y sus aliados norcoreanos por sí sola no basta.

Percibimos la alarma creciente ante la posibilidad de que las naciones libres pierdan su crédito frente a la lenta presión rusa en Ucrania, que deja una pregunta abierta: ¿las democracias podemos y sabemos defendernos o no?

¿Podríamos alentar la liberación de otros pueblos? No cabe otro Afghanistán. Los líderes de partidos únicos como el Presidente/Secretario General/Presidente de la Comisión Militar Central Xi Jinping, el Presidente Pezeshkian y sus ayatolás, el presidente Ortega y su mujer o el presidente Maduro, recién auto-nombrado contra los votos, aguardan con activo interés esa respuesta.

3.— Nuestras sanciones, eficaces, nunca se dirigen a Rusia —amordazada— sino a sus secuestradores. Ni un documento de viaje, ni un rublo, ni un activo comercial de Putin deben abrirse paso entre las democracias.

Además, cabe ayudar mejor a nuestros amigos y aliados, como la India del Presidente Morsi, a desprenderse, si lo desean, de dependencias putinescas, armamentísticas y otras.

Pero necesitamos arriesgar para ganar. La pusilanimidad siempre resta, aun ante elecciones nacionales. España, que no se entendería sin el Atlántico, el Pacífico y el Mediterráneo, debe conjugar con las demás capitales democráticas los verbos proteger derechos humanos en Ucrania y recortar peligrosos tentáculos ajenos.

Con el resto de la UE y la Alianza Atlántica hemos de multiplicar el respaldo militar a Kiev. Previo debate nacional abierto aquí.

El mexicano Octavio Paz, diplomático y premio Nobel, se refería en términos críticos a cierto tipo de «moral de la comodidad y de la facilidad; su ideal —señalaba con acierto— es el ideal pasivo del consumidor». Proteger nuestra libertad ante la amenaza requiere multiplicar entre todos nuestra demostrada capacidad de iniciativa. Ahora.

  • José-Andrés Gallegos del Valle es embajador de España
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