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TribunaJosé Andrés Gallegos del Valle

¡Enhorabuena, secretario de Estado Rubio!

Aún más: los Estados Unidos y Europa estimulamos activamente la ampliación constante de las clases medias en el mundo entero como motor activo del bienestar social y el crecimiento de los cinco continentes

Actualizada 01:30

Muchos de los seiscientos millones de hablantes de español, esa lengua de comunicación internacional utilizada desde las Américas y Europa hasta África, Asia y el Indopacífico con las Filipinas, nos felicitamos por el nombramiento del senador estadounidense Rubio como secretario de Estado.

Nos interesa cierta veracidad, honradez y lealtad evidenciada en sus disposiciones. Sin duda, constatamos la solidez de su formación, también intelectual. Y en cuanto a su actuación, anotamos el 'temple', como decimos en España acerca del buen acero de las espadas toledanas: mezcla de solidez de principios con flexibilidad para aplicarlos sin que se quiebren en nuestro mundo polifacético.

Hemos constatado a lo largo de su carrera política que el secretario de Estado Rubio propone la racionalidad del análisis muy articulado acerca de la comunidad internacional y de la política exterior de los Estados Unidos en ella. Podemos así subrayar como españoles que en la Alianza Atlántica se encuentran los mejores amigos y socios de Washington porque diferenciamos también entre nosotros los gobiernos –coyunturales– de los Estados u otros sujetos de Derecho –estructurales–.

Sabemos en ese marco que la Europa democrática, depósito de talento científico técnico y cultural, inmenso motor de investigación básica y aplicada, garantía de estabilidad democrática, raíz de prosperidad evidente, es no sólo un aliado, sino uno de los motores de la economía del conocimiento, fundamento del progreso industrial que interesa en las dos orillas del Atlántico.

Ambos necesitamos más población nueva, más juventud, más esperanza, que refuercen la siempre intensa confianza entre ambos y, en consecuencia, también las aspiraciones más íntimas de las poblaciones de nuestros innumerables amigos de los cinco continentes. Los Estados Unidos y Europa –o viceversa: «tanto monta»– deben multiplicar su impulso a los derechos, las libertades y el progreso económico y social de todo el planeta.

Sabemos que en la Guerra Fría, como quizá nunca antes en la historia de la humanidad, el bien y el mal quedaron patentes. Blanco y negro, como reflejaban las películas. Sin embargo, la Ostpolitik de Willy Brandt y el buenismo de Jimmy Carter, siempre bienintencionados, no supieron reconocer la importancia capital de la libertad y los valores para la vida cotidiana de todos los pueblos. Por eso, su obra desapareció. Como el agua en la arena. Fueron en cambio el canciller Kohl, el presidente Reagan y el Papa Juan Pablo II quienes supieron sin neutralismos estériles preservar y alentar la civilización contando con la gente joven, hasta aquella expansión incalculable de libertad que supuso la caída del siniestro Muro de Berlín.

Somos conscientes: los mundos de partido único vienen siempre impuestos. Desde el Pekín del PCCh, el Irán de los ayatolás o la Corea del Norte y Kim Jong-un, hasta el entorno de Hamás o Hizbolá, la Rusia de Putin y ciertos fundamentalismos –también llamados populismos–, estructuran totalitarismos que no sólo no representan a sus pueblos –privados de voz libre–, sino que, liderados por pequeñas camarillas de tiranos, apoyadas en sus respectivos oligarcas y la fuerza militar afín, buscan la destrucción o el debilitamiento paulatino de las democracias.

El trabajo de Europa, los Estados Unidos, de la población iberoamericana, Japón, Australia y de tantos amigos frena ilícitas ambiciones de esas minorías autocráticas, y, sobre todo, genera iniciativas libres que impulsan la prosperidad de grandes como la India, revoluciones verdes para acabar con el hambre, inéditas fuentes de energía a precios accesibles para potenciar la digitalización, el cuidado de la Tierra, el comercio internacional abierto y regulado. Todo gracias a la excelencia de una educación que todos promovemos.

Aún más: los Estados Unidos y Europa estimulamos activamente la ampliación constante de las clases medias en el mundo entero como motor activo del bienestar social y el crecimiento de los cinco continentes. Ellas desencadenan un incansable dinamismo generador de libertades e iniciativa en el sector privado, que suscita empleo, capaz de agregar estabilidad, y ensancha esas mismas clases medias en todas nuestras sociedades.

En otro sentido, Europa y los Estados Unidos precisamos intensificar la presión política, económica y de seguridad sobre aquellos regímenes que, para su propio poder, enmudecen a la población, pero además la enemistan artificialmente con las democracias, mientras –a costa de ese pueblo mismo– buscan transformarse en lo que denominan «grandes potencias». No podemos, por tanto, consentir la merma del territorio nacional de Ucrania. Sin hablar del precedente que supondría desde Finlandia al resto de la frontera la aceptación por los hechos de la doctrina Brejnev. Y sin mencionar Taiwán.

Fundamentemos nuestro esfuerzo común –estadounidense, europeo, mundial– en la superioridad moral de la diversidad de partidos y opiniones que nos sostiene como Estados sociales y democráticos de derecho. Sin falsear la realidad. En efecto: ni el pueblo estadounidense ni los pueblos europeos olvidamos que el arma más eficaz con que las democracias contamos es la confianza de nuestros connacionales, basada –concepto bien simple y nada simplón– en la verdad. Ahí está la fuente de la libertad. Es así como los pueblos de Estados Unidos, de Europa y de España en ella, buscamos reforzar la seguridad en la escena internacional.

Enhorabuena, Secretario de Estado Rubio. La mayor parte de los españoles se alegra por su nombramiento junto al mundo que habla en español.

  • José-Andrés Gallegos del Valle es embajador de España
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