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En primera líneaPedro Fuentes

La sombra de Europa

Europa enmascara la desidia política española quizá a cambio del cupo de inmigración. Con una Italia cerrada a cal y canto a la acogida de la inmigración ilegal, España es el flotador de salvamento

Actualizada 11:45

Decía Churchill que «con los problemas no se pacta. O los vences o te vencen». Me pregunto si Europa tiene un problema con España o, por el contrario, una providencial aceptación de la división social y política que vivimos ante el desastre de desgobierno.

Sombra

Lu Tolstova

Si esta fractura de país, que ya padecemos, no genera malestar a Europa, deberíamos comenzar a indagar cuales pueden ser las causas.

Tenemos que entender: no toda Europa está tan despegada de nuestro desasosiego jurídico, económico, político y social y, además, siguiendo a Fernando Pessoa «no se deben descubrir los sentimientos que los otros fingen tener. Son demasiados íntimos».

¿Qué es lo que piensa realmente Europa? ¿Cuál es el sentimiento que tiene ante nuestra vergonzosa ausencia de Notre Dame? ¿Cuál es su vergüenza ante los escándalos de corrupción que marginan la confianza hacia nuestras leyes? ¿No será que Europa se empieza a quebrar con las propias divisiones internas de la derecha y la izquierda?

No es solo un fenómeno español.

Es cierto. Responder a éstas preguntas necesita de una desnudez de la intimidad de Europa, la cual, sospecho, nadie va a ser capaz de comenzar a desvestir.

Si no han sentido vergüenza a estas alturas, quizás deberíamos preguntarnos por qué su silencio.

Europa enmascara la desidia política española quizá a cambio del cupo de inmigración. Con una Italia cerrada a cal y canto a la acogida de la inmigración ilegal, España es el flotador de salvamento.

Manfred Weber nos insta a Europa a trabajar conjuntamente para preservar nuestras posibilidades de futuro y no parece ser de su agrado contar, para este fin, con gobiernos a la manera de la «izquierda progresista» española. Ya lo ha dicho: «El asunto de España es un asunto européo».

Felipe VI nos invita a elaborar una conducta en principios y valores, a cultivar el espíritu de consenso, a un pacto de convivencia con generosidad, a que la contienda política atronadora no interfiera la serenidad...

Su majestad nos deja una carta a los Reyes Magos: el potencial de los españoles que radica en nuestra juventud, que respeta a nuestros mayores, igualdad, mérito y esfuerzo para reforzar el sentimiento de comunidad y de país con un espíritu de encuentro y convivencia.

El asunto es que en esta lírica letanía, el gobierno de España, lejos de su concordancia, está aposentado en su ideológico programa de carácter impositivo y demagogia de la vulnerabilidad. Pero a Europa, las palabras del Rey de España le agradan.

Pero dentro de Europa hay momentos desconcertantes. Preocupante es entender por qué razón el Reino Unido le está enviando balones de oxígeno al gobierno de Sánchez con su publicación en The Economist y algunas algaradas nacidas de su pluma. Pero por hacer una breve aclaración, un país en el cual el umbral de pobreza crece, no es un Estado social y económico equilibrado.

¿Necesita Europa a Sánchez gobernando a la cabeza en el Mediterráneo, desafiando a la derecha europea?

Si observamos como Europa está inmersa en una autodestrucción de su tradición cristiana de solidaridad y convivencia, podríamos entender el papelón que en esta cuestión está realizando el gobierno actual español.

Desde que apareció la figura de Rodríguez Zapatero, España, con la ayuda de un sector conservador acomplejado, ha ido perdiendo progresivamente su sentido católico, culminando Sánchez la profunda labor laicista. Y, esto, no es una casualidad. Se pretende aniquilar el sentido de nuestra tradición religiosa para dejarnos vacíos y así poder decidir sobre nuestras decisiones, familias, trabajo y cultura.

Así no podemos pactar con el problema. Europa se debe unir en una Liga para recuperar su sentimiento cristiano. Quizá aún no es tarde e Italia nos va dando un buen ejemplo. Debemos cambiar ya ese mundo de las «ideas progresistas», que no liberales, por una realidad objetiva de paz, libertad, esfuerzo y fe.

Europa ya no recuerda su tradición del Sacro Imperio Romano y los políticos españoles tampoco son el adalid de la cristiandad pero, que curioso, su juventud levanta los ojos de sus móviles y se van a sacar barro a Valencia con la mayor caridad que se le pueda dar al que todo lo ha perdido.

Francia ha comenzado a colapsar reflejando un desorden e indecisión que hace temblar a los demás miembros.

¿Qué ha perdido Francia en estas últimas décadas?

Macron habla de la tradición de mercado la cual se debe abandonar en mor de una nueva adaptación a los cambios tecnológicos. Pero Francia no sólo ha perdido la carrera tecnológica; ha perdido el pensamiento en la trascendencia; grave problema. Alemania es su acompañante sigiloso hacia esa nueva competitividad.

EE.UU. comienza a abandonar la ideología de las falsas libertades y emprende una recuperación, que pretende fundamentarse en valores tradicionales: Dios, patria y familia. Pero no nos podemos engañar ya que su prioridad reside en el ámbito económico y tecnológico.

Tolstoi decía que «no se vive sin la fe. La fe es el conocimiento del significado de la vida humana. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo».

Tenemos que recuperar los valores de fe y dárselos a nuestras generaciones jóvenes para que así podamos vencer la sombra laicista que se ha apoderado de Europa. No será fácil.

¿De verdad es necesaria la burla a los cristianos?

No creo en la casualidad y es evidente que para nuestros dirigentes este asunto empieza a ser una prioridad.

¿Por qué les molestamos tanto los cristianos?

El mensaje de Felipe VI ha sido profundamente cristiano.

¿También les molesta?

Quizá aún estamos a tiempo de reaccionar.

  • Pedro Fuentes es humanista
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