La medusa y la eterna juventud
La investigación genética y celular ya ha descubierto el mecanismo del reloj biológico que afecta a todas las células de los organismos vivos. Es sólo cuestión de tiempo que se desarrollen técnicas para modificarlo
Se están ensayando líneas de investigación biomoleculares y genéticas que apuntan a ralentizar, detener o incluso revertir el proceso de envejecimiento. Extender de un modo radical la expectativa de vida es uno de los objetivos más ambiciosos y representativos de ciertos movimientos culturales actuales. Los recientes hallazgos sobre la medusa inmortal Turritopsis dohrnii, una pequeña medusa con capacidad de regeneración celular, han despertado el debate sobre el envejecimiento y el deterioro celular en otras especies, como la humana.
Se trata de uno de los puntos culminantes de la promesa transhumanista: la posibilidad científica de no envejecimiento, la eterna juventud, la posibilidad de prolongar la vida sine die, o la sucesión continua de ciclos de juventud a madurez: «queremos ir más allá de nosotros mismos, pero al mismo tiempo queremos sobrevivir», exclama el filósofo sueco Nick Bostrom. En Nietzsche, estas posibilidades parecen ser más bien excluyentes, porque el amanecer del superhombre significa el ocaso del ser humano: «Lo que es grande en el hombre es que es un puente y no una meta: lo que puede ser amado en el hombre es que él es un tránsito y un ocaso. Yo amo a quienes no saben vivir más que pereciendo, pues ellos son quienes van más allá (…) Amo a quien vive para conocer y que quiere conocer para que algún día viva el superhombre. Y, de este modo, quiere su ocaso».
La investigación genética y celular ya ha descubierto el mecanismo del reloj biológico que afecta a todas las células de los organismos vivos. Es sólo cuestión de tiempo que se desarrollen técnicas para modificarlo. Pero es de vital importancia la necesidad de plantearse a fondo el principio de totalidad y de responsabilidad, es decir: ¿hasta qué punto es un enriquecimiento humano llevar una vida temporal perdurable? ¿Hasta qué punto se puede consentir que haya riesgos de efectos secundarios irresponsables para la humanidad entera? Ni el estado de la eterna juventud ni una sucesión continua de ciclos de juventud a madurez estaría respetando la dignidad y el ciclo natural de la vida de la persona, cerrando la posibilidad de trascendencia de la misma.
Por otro lado, ¿puede acaso la mera supervivencia llenar el corazón del hombre? Hay un evidente reduccionismo materialista que se olvida de las dimensiones psicológica y espiritual de la persona: el corazón del hombre anhela mucho más que la vida temporal satisfecha. Además, debemos considerar también la pérdida humana que supondría romper el ciclo de vida de la vida humana, sin personas maduras ni ancianos, quedando incluso modificado el concepto de familia, como el hecho mismo de tener descendencia. La supuesta eterna juventud merece un juicio negativo, pues no respeta la dignidad personal ni la trascendencia de la vida humana ni la misma naturaleza humana con sus ciclos vitales.
Es más que discutible decir, como manifiesta el científico Carlos López Otín, catedrático que dirige la investigación mencionada en el Instituto Universitario de Oncología de la Universidad de Oviedo, que «la longevidad es extraordinariamente plástica». Al contrario, si bien en los últimos dos siglos prácticamente se ha duplicado la vida media de los hombres en los países desarrollados, los límites actuales de longevidad no parecen ser mucho más plásticos.
La inmortalidad humana o la perfección absoluta, sea en el plano físico-psíquico o moral, escapan de la realidad de lo que es el hombre, y su intento de optimización más que una utopía puede generar diversos tipos de distopía. Al negar la existencia de límites en la realidad, o que ésta no tiene una determinada configuración, acabamos imaginando un mundo virtual y a la medida de nuestros deseos.
- Roberto Esteban Duque es sacerdote