El militar español en la situación actual
El militar no es indiferente porque tiene mandato, se lo da la propia Constitución de 1978 cuando le señala la misión a las Fuerzas Armadas (FAS), de forma taxativa y clara
Es evidente que cuando se polemiza sobre la Constitución, con el artículo octavo, con la integridad territorial de España, ante la posible secesión de alguna de sus regiones o comunidades, en fin con el orden constitucional, el militar se siente tocado, y nadie se tiene que sentir inquieto ni agredido cuando esto sucede porque el militar tiene misión al respecto, aspecto mucho más positivo, para la Nación, que si fuera indiferente. Si fuera indiferente a las posibles agresiones a estos valores significaría que ni individual ni colectivamente está motivado para su profesión
Es patente que el militar en activo debe permanecer neutral en su actividad específica a los requerimientos políticos que se le puedan ofrecer o presentar, y que el retirado, que no pierde su condición, solo su ejercicio, y recupera como contrapartida todos los derechos del ciudadano, que tampoco nunca los perdió solo fueron restringidos, siente lo mismo en las situaciones políticas conflictivas constitucionales.
El militar no es indiferente porque tiene mandato, se lo da la propia Constitución de 1978 cuando le señala la misión a las Fuerzas Armadas (FAS), de forma taxativa y clara, por lo tanto lejos de sentir ese impulso de forma que le obligue a actuar al respecto individualmente, en solitario, espera y concibe que las FAS cumplirán con su misión y le incluirán, como miembro que es; lejos están aquellos momentos de pronunciamientos militares del siglo XIX, dispositivos de iniciación utilizados por los grandes intereses políticos, fundamentalmente, o aquellos otros del XX, más intensos, que venían a constituir un impase a los grandes fracasos de la política.
Bien es verdad que estas situaciones no aparecen de improviso, se van gestando, y el militar en activo, que también siente ese impulso, fruto de la misión impuesta, manifestará por la vía de Mando, de doble sentido, todas las inquietudes que le suscita la situación, en este caso la de la España actual, con la gran discreción de esta vía, consecuencia de su neutralidad política. El Mando, en todos los niveles, debe recoger esas inquietudes de los subordinados y elevarlo a su vez hasta la cúpula de los Ejércitos y Armada, y en el nivel Político Militar, en contacto por tanto con la dirección de la Política Nacional, responsable máximo de la Seguridad Nacional (SN), exponerla claramente. El camino de retorno, si se produce desde ese alto nivel, es simplemente el descendente, que deberá informar suficientemente al subordinado.
El caso del militar retirado es distinto, pues no está encuadrado en las Fuerzas Armadas, continúa siendo de condición militar, con un uso regulado de su función e incluso de su uniforme, aunque con una recuperación completa de sus derechos como ciudadano, que por otra parte señala la Constitución, entre ellos el de libertad de expresión, solo suavizado, en cada caso, por la cortesía militar y la ética personal. Lejos están también los tiempos, y sin querer dar ideas, de la instauración de la II República Española, cuyo Primer Ministro de Defensa, Sr. Azaña, penalizaba al militar retirado si se inmiscuía en la política.
Es necesario indicar, por si no se sabe, que el militar retirado pierde el contacto, en general, con sus compañeros en activo, y que esa información de doble sentido aludida no le llega, además de ser privativa del personal militar en activo. Por ello debe de acudir, si no se contenta con la expresión de su opinión individual, a través del marco asociativo donde el «manifiesto» es un modo común de expresión, como lo es en otros ámbitos de la Sociedad Civil; por ello no debe ser considerado como algo inconveniente, siempre que se respeten las normas básicas de respeto al resto de aquella.
Pero además de esa misión constitucional, incluida por los «padres constituyentes» por alguna razón que antes se nos escapaba, pero que situaciones políticas como la actual destaca a manera de un «contraseguro», pues todos los órganos del Estado tienen, per se, la obligación de defender los mismos extremos que los militares, existe en cada militar un juramento sobre su actitud personal al respecto de esos valores que ahora sienten amenazados de alguna manera, y no es baladí la apuesta que se plantea, tantas veces repetida en estos días.
El militar en la situación actual de España está inquieto, porque ha jurado o prometido asegurar el orden constitucional, la integridad territorial de la Nación, defender a su Majestad el Rey y obedecer a sus Jefes, y esto desde que se enseña en las Academias Militares constituye un eje en su Carrera, como lo será para la Princesa Leonor que tan brillantemente lo declaraba el pasado 7 de octubre en Zaragoza, y además la promesa lleva implícita el ofrecimiento de la propia existencia, como ha sucedido en variadas ocasiones de la Historia.
- Ricardo Martínez Isidoro es General de División y Escritor