PSOE: Todavía hay tiempo para obrar en conciencia
La conciencia es algo inseparable de la naturaleza humana, algo que nos distingue de los animales, aunque a veces parezca entumecida. Y el ser humano sabe muy bien, en la mayoría de los casos, si ha obrado bien o mal
España, 2034. Han pasado 16 años desde que Pedro Sánchez accedió a la Presidencia del Gobierno de España. Para ello tuvo que pactar con la extrema izquierda que rechazaba la Constitución de 1978, con los nacionalistas excluyentes vascos y gallegos, con los separatistas catalanes y con los herederos políticos de ETA.
Muchos han sido los peajes –que termina igual que chantajes– que Pedro Sánchez y el PSOE tuvieron que asumir para lograr ese apoyo. Se vulneró la Constitución, se puso en riesgo la unidad de España, se «okuparon» las instituciones democráticas, se incumplió lo prometido en elecciones, se olvidó a las víctimas de ETA que pertenecieron al Parido Socialista, se dañó gravísimamente la imagen exterior de España, se fomentó la división entre los españoles y se reabrieron heridas que se habían intentado cerrar con la Transición.
Al final, tanta ignominia no fue suficiente y Pedro Sánchez tuvo que abandonar la Presidencia del Gobierno (y el incansable Falcon).
Queda esta etapa nefasta en la conciencia de muchas personas que la hicieron posible: los colaboradores más directos que apoyaron a Sánchez en su ascenso y permanencia en el poder, los medios de comunicación oficiales o «concertados», algunos intelectuales y periodistas a los que todo esto les parecía «progre», los activistas de la ideología de género, ciertas grandes empresas que no se atrevían a hacer frente al socialismo y miraban para otro lado, algunos magistrados del Tribunal Constitucional que actuaron como bienmandados de quien le nombró, al igual que algunos fiscales.
Y los parlamentarios socialistas en el Congreso y en el Senado. La conciencia es algo inseparable de la naturaleza humana, algo que nos distingue de los animales, aunque a veces parezca entumecida. Y el ser humano sabe muy bien, en la mayoría de los casos, si ha obrado bien o mal. Sabe distinguir si en determinadas votaciones parlamentarias optó por seguir los mandatos de su conciencia o por obedecer las instrucciones de su partido. Se puede alegar la falta de independencia económica de muchos parlamentarios actuales o la obediencia bovina, difícil de abandonar tras muchos años de practicarla, a lo que decida el que manda. Pero al final queda un regusto amargo de no haber estado a la altura cuando había que defender la Constitución y la igualdad de los españoles frente a quienes querían destruirlas. De no haber sabido hacer frente, recordando la historia de un partido que fue artífice fundamental de la Transición, a una persona que puso su afán por mantenerse en el poder, su narcisismo, su falta de empatía, su adicción a la mentira compulsiva y su egoísmo por encima de los intereses, no sólo de su partido, sino de España.
Se alegarán eximentes y atenuantes, se buscarán coartadas, se echará la culpa a la familia, preocupada por el futuro inmediato lejos del calor del partido…Pero, dentro de no pocos años y cuando ya no se pueda hacer nada, tal vez jubilados, será difícil no arrepentirse de no haber actuado como demandaban las convicciones éticas más profundas de muchos parlamentarios y dirigentes socialistas.
Todavía hay tiempo en 2024. Diez años después sólo quedará amargura y desazón en la conciencia.
- Luis Peral Guerra es economista y abogado y coordinador del Grupo de Trabajo de Libertad en la Fundación NEOS