Los estándares de calidad educativa como excusa
Las declaraciones de Marisú y las medidas anunciadas por Sánchez —ese pobre chaval que todos los veranos se los pasaba en Irlanda aprendiendo inglés— reflejan un total desconocimiento e indiferencia sobre el papel complementario que desempeñan todas las universidades privadas en el sistema educativo
En la inauguración del Congreso Provincial del PSOE en Málaga, «Marisú» Montero ha realizado un mitin lleno de resentimiento de clase acusando a las universidades privadas de ser «la principal amenaza de la clase obrera y trabajadora»[...]. Así mismo y para no perder el tiempo, ha hecho un «dos por uno», y ha acusado también a los alumnos que estudian en ellas de «comprarse el título», para así destacar sobre los hijos de la «clase trabajadora»[...].
¡Claro! Qué va a decir y hacer «la voz de su amo», si Sánchez —su «puto amo» (Puente dixit)— cataloga, despectivamente y en público, a las universidades privadas de «chiringuitos privados que no cumplen con los criterios académicos y dañan al conjunto del sistema universitario»[...]. ¿Se está refiriendo al «chiringuito» de su mujer en la Complutense...? Vergüenza debería darles: a ella, por manifestar así su analfabetismo funcional, su supina insensatez y su grave irresponsabilidad política, siendo como es una destacada «miembra» de un Gobierno que —así mismo, se autodenomina «democrático», «progresista» y «feminista»— y, a él, al propio Sánchez, por su doble rasero de inmoralidad y cinismo al no dimitir ni cesarla.
«No podemos permitir que alguien se compre el título y la formación compitiendo con el hijo del trabajador que no puede comprarse un título y tiene que tener una beca para poder estudiar» [...], ha dicho Marisú, tras criticar la reciente apertura en la Comunidad de Andalucia de «tres instituciones académicas de titularidad privada, en dos años». Las recientes declaraciones de la «farruquita de Triana» han cuestionado, sin ambages, la calidad de la enseñanza que se imparte en las universidades privadas, al llamarles, con un indisimulado desprecio y rencor, «centros expendedores de títulos». (No confundir con los «estancos» que también expenden y mucho).
Esta indocumentada —por no haber estudiado Medicina en una universidad privada— al menos, ha sido menos «cutre» y «rastrera» que su «puto amo» (como le llama Puente) al no calificarlas de «chiringuitos». Claro que, atendiendo al viejo aforismo —«por el humo se sabe donde está el fuego»— todo está orquestado y bien orquestado por el que manda, ya que se enmarca en un contexto en el que el Gobierno de Sánchez ha anunciado unas rigurosas medidas para así endurecer la creación y el funcionamiento de las nuevas universidades privadas. Todo bajo el oficioso pretexto de garantizar que todas las instituciones académicas —tanto públicas como privadas— cumplan con altos estándares de calidad y dejen de ser solamente centros que expenden títulos y no se conviertan en meros «negocios educativos». ¿Segunda alusión directa al chiringuito de Dª. Begoña en la Complutense de Madrid...?
Entre los nuevos requisitos exigidos se incluyen contar con un número mínimo de 4.500 alumnos en los primeros cinco años, obtener un informe vinculante de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca), demostrar solvencia económica y una capacidad infraestructural adecuada, ofrecer, al menos, un 10 % de plazas de alojamiento universitario y que las que oferten más del 80 % de enseñanza online gocen de la autorización de las Cortes Generales. El affaire de la enseñanza privada —suscitado conscientemente por el Gobierno— ha levantado mucha polvareda política debido a las contradicciones dentro del propio Ejecutivo. ¿Cómo se puede atacar tan virulenta y frontalmente a las universidades privadas cuando una gran parte del actual gabinete ministerial se ha formado en centros educativos concertadas o privadas, incluido el presidente Sánchez? Bachillerato en el elitista colegio madrileño Ramiro de Maeztu, licenciatura en el Real Centro Universitario «María Cristina» de El Escorial, y doctorado en Economía y Empresa por la Universidad Camilo José Cela. Como podrá observase, ¡son todos «centros públicos» puros y duros! Pero es que, además, 11 de los 22 ministros actuales del Gobierno han estudiado en centros privados muy similares a los de Sánchez, lo que representa el 50 % del total. Esta ofensiva y descarada realidad plantea serios interrogantes sobre la falsa coherencia de un discurso cínico que critica y busca restringir la expansión de la educación privada, mientras gran parte de sus miembros se han pasado por sus aulas y se han beneficiado de su formación.
Las declaraciones de Marisú y las medidas anunciadas por Sánchez —ese pobre chaval que todos los veranos se los pasaba en Irlanda aprendiendo inglés— reflejan un total desconocimiento e indiferencia sobre el papel complementario que desempeñan todas las universidades privadas en el sistema educativo, ofreciendo opciones adicionales y especializadas que puedan no estar disponibles en las instituciones públicas. En lugar de poner restricciones, se debería fomentar una competencia saludable que eleve los estándares educativos de calidad y accesibilidad para todas y todos.
El tema «clasista» —que denuncia la «Farruquita de Triana» relacionado con la educación privada y la clase obrera— resulta un tanto chocante, pues presupone que el Gobierno a través de la Aneca es incapaz de garantizar que todas las instituciones educativas mantengan esos altos niveles educativos y, a la vez, de reconocer la diversidad y las opciones que las universidades privadas pueden ofrecer a todos los estudiantes —sin distinción socioeconómica alguna— siempre que operen sobre regulaciones estrictas que aseguren su compromiso con la excelencia académica.
Y la próxima semana...¡ hablaremos del Gobierno!
- Pedro Manuel Hernández López, médico jubilado, Lcdo. en Periodismo y exsenador autonómico del PP por Murcia