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José Ignacio Munilla, nuevo obispo de Orihuela-Alicante, en conversación con el Debate

José Ignacio Munilla, nuevo obispo de Orihuela-Alicante, en una imagen de su toma de posesión de la diócesis, conversa con el DebateD.A.

Entrevista a José Ignacio Munilla

«Se equivocan los que en nombre del pacifismo cristiano se escabullen de la batalla cultural»

El nuevo obispo de la diócesis levantina, aborda los principales retos de su nuevo destino episcopal, la situación de la Iglesia en España y sobre el rol de los cristianos en la denominada batalla cultural

Dos semanas después de la toma de posesión de su nueva diócesis, conversamos con José Ignacio Munilla, el que fuera obispo de San Sebastián y que ahora aborda un nuevo pastoral a 750 kilómetros de distancia.

–¿Cómo está siendo la acogida de su nueva feligresía? ¿Qué tal fue la toma de posesión de la diócesis?

–Nunca hubiese imaginado una acogida tan cálida y una expresión de fe y alegría por parte del Pueblo de Dios, como la que vivimos el pasado 12 de febrero en la Toma de Posesión en Orihuela-Alicante. ¡Impresionante! Y añado que en estos primeros días en los que se multiplican en mi agenda las visitas y los encuentros, compruebo que aquella bienvenida no se explica desde un derroche folclórico, sino que es la expresión de la ilusión de una Iglesia diocesana que camina con esperanza. Pienso que está siendo una expresión práctica de la genuina sinodalidad a la que nos llama el Papa Francisco.

–¿Cómo cambia el tono de la Iglesia en España con 750 kilómetros de distancia? ¿Cuáles son los factores más distintivos y los elementos comunes que ha encontrado entre San Sebastián y Orihuela-Alicante?

–Ciertamente, España es muy diversa en sus expresiones culturales, incluyendo las expresiones populares de la fe. Como botón de muestra, me quedo con la anécdota del saludo que me dirigió el obispo de Bilbao, D. Joseba Segura, en el acto de Toma de Posesión de Orihuela, impactado por el ambiente que se respiraba en las calles: «¡Bienvenido a tu nuevo planeta!». Dicho lo cual, añado que en Palencia y en San Sebastián –las dos diócesis que anteriormente pastoree– también había experimentado la comunión del Pueblo de Dios, aunque con otras tonalidades. El alma de los pueblos habla desde expresiones culturales muy diversas, ciertamente, pero pienso que es importante no caer en la tentación de juzgar estas expresiones de forma simplista, como tantas veces ocurre cuando caricaturizamos los estereotipos de las culturas españolas.

–¿Cuál es el principal reto que tiene por delante en esta diócesis?

–El reto principal en Orihuela-Alicante no es diferente al de Guipuzcoa o al de Palencia. Me refiero a la secularización, al galopante proceso de descristianización de la familia y de la sociedad. La combinación de materialismo, frivolidad, ideologías del pensamiento único, adicciones tecnológicas, antinatalismo y desestructuración familiar… todo esto es consecuencia del desconocimiento de Jesucristo y de la orfandad moral y espiritual generada por el alejamiento de Dios. Por lo tanto, nuestro gran reto es la evangelización, discerniendo y explorando nuevos caminos para llevar el evangelio de Jesucristo a las nuevas generaciones.

José Ignacio Munilla

José Ignacio MunillaD.A.

–A propósito del tema de los abusos, ¿qué opinión le merece el movimiento por parte de la CEE de contar un sistema externo de control y prevención? ¿Qué cree que, como sociedad, debemos hacer en esta materia viendo los datos arrojados por la Fundación ANAR y Save the Children, que sitúan la mayor parte de abusos fuera de las instituciones de la Iglesia?

–Hago mía la expresión que le escuché al obispo de Vitoria, don Juan Carlos Elizalde: «Basta un solo caso de abuso a un menor en la Iglesia para afrontar esta situación con radicalidad». Y, por lo tanto, pienso que la auditoría independiente encargada por la CEE responde a la necesidad de abordar con radicalidad la cuestión. Dicho esto, es obvio que la iniciativa de una comisión de investigación parlamentaria sobre abusos en la Iglesia –de muy dudosa legalidad– no nace precisamente del interés por las víctimas, como lo demuestra el hecho de que se renuncie a investigar el 99 % de los abusos sexuales a menores. Por este motivo, me pareció oportuno compartir en redes sociales la gráfica del estudio de la Fundación ANAR, en la que se recoge el dato de que el 0’2 % de los casos de abusos a menores acontecidos entre los años 2008 y 2019 en España han tenido a sacerdotes o a religiosos como autores. ¿Y qué pasa con los demás casos? En cualquier caso, ¡nosotros a lo nuestro! ¡Abordemos con radicalidad los casos que han habido en el seno de la Iglesia Católica!

–¿Debe la Iglesia participar en esto que se ha venido a denominar la «batalla cultural»?

–La única manera de quedarse fuera de la batalla cultural es renunciando a la presentación de la doctrina social católica en toda su integridad. No se pueden afirmar en positivo los valores del evangelio, sin subrayar en negativo los contravalores a los que se contraponen. Por ejemplo, es muy significativo que los mandamientos de la ley de Dios fueran formulados en positivo y en negativo: ama, santifica las fiestas, honra a tus padres… no mates, no cometas actos impuros, no mientas… Cuando se huye de la denuncia profética frente a los males morales y los errores ideológicos, con la pretensión de limitarse a un enunciado en positivo de los principios, se corre el peligro de abstracción y de falta de concreción.

Los cristianos creemos en el diálogo porque creemos en la verdadJosé Ignacio Munilla, obispo de Orihuela-Alicante

La batalla cultural no es otra cosa que perder miedo al diálogo y al debate respetuoso e incisivo, al mismo tiempo. Creo que se equivocan los que en nombre del pacifismo cristiano se escabullen de la batalla cultural. Lo cierto es que el Evangelio nos dice que el Reino de Dios sufre violencia, al tiempo que nos anuncia las incomprensiones y persecuciones.

–¿Cuál debe ser la actitud de la Iglesia frente a los retos de la sociedad de hoy? ¿Debe plantearlos desde una perspectiva dialógica, de escucha, de encuentro con sus coetáneos, o hay determinados asuntos que solamente pueden tratarse desde la confrontación?

–Hace escasos días envié un mensaje a redes con el siguiente texto: «La agresividad es inversamente proporcional a la veracidad. El que falta al respeto, no suele llevar la razón». Lo significativo fue que, como es habitual, los ‘orcos’ de turno comenzaron inmediatamente a trolear en sus interacciones, por el evidente motivo de que se habían sentido aludidos. La batalla cultural a la que nos hemos referido en la pregunta anterior, no es el antónimo del diálogo, sino de la pusilanimidad y/o el relativismo. Muy al contrario, el hecho de que la propuesta cristiana sea abiertamente contracultural en nuestro tiempo requiere del diálogo más que nunca. La razón última por la que los cristianos creemos en el diálogo es que creemos en la verdad, y que es ésta la que nos hace libres. Desde la cosmovisión cristiana, no somos nosotros los que poseemos la verdad, sino que estamos llamados a dejarnos poseer por la Verdad, conformándonos con ella y sirviéndola humildemente.

La fe en la verdad no es motivo para hacernos soberbios, sino todo lo contrario, es la fuente de la humildad. Por tanto, al igual que hay que desligar el estilo dialógico de la tibieza y la mediocridad, también hay que hacer lo propio con la firmeza, la cual no tiene nada que ver con el sectarismo y la intolerancia.

El nuevo obispo de Orihuela-Alicante en la toma de posesión junto al nuncio, Bernardito Auza

El nuevo obispo de Orihuela-Alicante en la toma de posesión junto al nuncio, Bernardito AuzaD.A.

–¿Qué espera de este Sínodo de los Obispos?

–Espero fundamentalmente tres cosas: En primer lugar, que sirva para conocernos mejor en el seno de la Iglesia, y así amarnos más, de forma que el amor fraterno nos haga creíbles ante el mundo. En segundo lugar, que entendamos que la sinodalidad no está contrapuesta a la 'apostolicidad', de forma que perdamos miedo al diálogo entre diferentes, al mismo tiempo que entendamos que la Iglesia no es una asamblea parlamentaria, ya que la fe es la acogida a la Revelación de Dios custodiada por el Magisterio de la Iglesia. Por último, en la línea de la carta del Papa Francisco a los obispos alemanes, centremos la reflexión sobre la sinodalidad en torno a las experiencias prácticas y reales de evangelización. Todo lo que no sea discernir sobre cómo ser más significativos y eficaces en la transmisión de la fe, corre el riesgo de ser expresión de ideologías o de reducirse a mera palabrería vacía.

–¿Dónde debe situarse la Iglesia, a su juicio, frente a las pretensiones cada vez más acusadas de opacar la voz de los católicos en la esfera pública?

–Como dice el refrán, es preferible encender una luz, que malgastar nuestros esfuerzos en maldecir las tinieblas. En mi despedida de El Diario Vasco de San Sebastian el 7 de febrero, del que he sido colaborador durante muchos años, escribí un artículo en el que abordé los diversos modos de comunicación de los católicos en la esfera pública. En concreto, resumí en cuatro los conductos de comunicación en la esfera pública: primero, en medios de comunicación generalistas públicos o privados; después, en medios de comunicación generalista de titularidad eclesial; en tercer lugar, en medios de comunicación de contenido temático religioso, y, por terminar, en las redes sociales. Cada uno de nosotros tenemos que explorar y discernir nuestros carismas, para descubrir cuál es la forma en la que estamos llamados a hacer presente nuestro testimonio de fe en la esfera pública. No todos tenemos que hacerlo de la misma forma, pero eso sí, no podemos dejar de hacerlo. «¡Ay de mí si no evangelizara!» (1Cor 9, 16).

Munilla entrando en su nueva diócesis

Munilla entrando en su nueva diócesisD.A.

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