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Monja Clausura 2

Fundación DeClausura

¿Cómo es la vida de una monja de clausura en España?

De los 735 monasterios que quedan abiertos en España, la mayoría con una gran presencialidad femenina, entre los 8.436 monjes y monjas de clausura, tiene difícil salir adelante

Poco más de 11 monjes y monjas componen de media los monasterios de clausura en nuestro país. Esos son los datos que arroja la última Memoria de Actividades de la Iglesia católica en el año 2020. Un descenso cada vez más acusado desde la pérdida de vocaciones y la incapacidad de los agentes pastorales de generar un nuevo relevo generacional en aquellos espacios retirados del mundo para practicar la vida contemplativa.

Mantener sus infraestructuras, su rico patrimonio, además del cuidado de los religiosas y religiosas, se ha visto entorpecido por la crisis económica derivada de la COVID-19. «Durante este último año, han cambiado nuestras vidas y ritmos comunitarios; así como nuestras realidades numéricas y de fuerzas. Pero a pesar de ello y con ello, queremos ver gracia en medio del dolor y nuevos horizontes», explica sor María Rocío Aguado Esteban, Madre Abadesa de las Hermanas Clarisas del Convento del Corpus Christi de Segovia.

Muchas de ellas, por encima de los 65 años, se las arreglan con la pensión –no superior a 800 euros– pero muchas veces, dado que las comunidades son cada vez más reducidas, no basta para el día a día o para arreglar cualquier imprevisto, como fue el caso del obrador con el que hacían sus pastas y galletas la hermanas clarisas del monasterio de Santa María de Jerusalén de Barcelona.

Orar por el mundo entero

Estos call centers de Dios, donde las monjas destinan una buena parte de la jornada a orar y cumplir con los oficios de este estado de vida consagrada dentro de la Iglesia, se compagina con oficios de lo más variopintos. Las carmelitas descalzas de Godolleta hacen artesanía con cerámica que exportan al mundo entero, empleando programas informáticos para conseguir el mejor acabado posible en sus pequeñas obras de arte en barro; las monjas del monasterio Madre de Dios, en Olmedo, hacen bordados de baberos y otras prendas infantiles; las monjas cistercienses del monasterio de la Santa Cruz, en Casarrubios del Monte, en la provincia de Toledo, trabajan las pastas...

Todo un ecosistema al que desde la Fundación DeClausura tratan de ayudar y promocionar para que este tipo de vocación no acabe entre el rumor de las piedras.

La jornada de las monjas empieza siempre temprano, antes de que salga el sol, y la dedican a los oficios en silencio para después pasar a las tareas ordinarias del convento. Mantenimiento, limpieza, comida y atender a las hermanas enfermas que así lo requieren. Tras la comida, suele haber pequeños ratos de recreo para luego seguir con sus oficios y ajetreos tranquilos donde no se pierde la paz en el trajín cotidiano.

Sor Dominga Martín, ropera del convento de Santa Clara

Sor Dominga Martín, ropera del convento de Santa ClaraFundación DeClausura

Acuden al banco de alimentos

La madre Micaela, del convento de las clarisas de Carrión de los Condes, asegura que las comunidades contemplativas necesitan acudir desde hace décadas al banco de alimentos para cubrir sus necesidades alimentarias básicas. Y aunque afirma que, en España, las monjas y monjes de Clausura «no se van a morir de hambre, carecen de los nutrientes propios de una alimentación saludable».

Conocedoras de la realidad de algunas comunidades, es habitual que unas monjas ayuden a otras. «Si tenemos, damos y si no tenemos, acudimos a la mesa del Señor. Y el Señor nunca nos ha fallado», asegura sor María Micaela en la campaña de la Fundación DeClausura destinada a recaudar donativos con intención de ayudar a las comunidades contemplativas. «Cuando unas monjas de clausura piden ayuda es porque realmente la necesitan», confirma la abadesa.

Las hermanas mayores, en medio de estas circunstancias y a pesar de ellas, son ejemplo de amor al prójimo, como recoge DeClausura. Sor Dominga Martín Martín, a sus 88 años, sigue siendo la ropera del Convento de Santa Clara de Carrión de los Condes (Palencia). A día de hoy trabaja cada día en el arreglo y cuidado de los hábitos de sus hermanas.

Historias, en definitiva, de vida y entrega que los católicos no pueden dejar caer en el olvido.

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