El Misterio de la Santísima Trinidad: cómo lo explica la Iglesia Católica
La inteligencia humana es incapaz, por sí sola, de entender en su plenitud el misterio de la Trinidad
El misterio de la Santísima Trinidad es uno de los más complejos del cristianismo y ha sido objeto de reflexión teológica y filosófica a lo largo de los siglos. La Iglesia Católica expresa su fe trinitaria confesando «un solo Dios en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.»
Muchos piensan que la doctrina de la Trinidad es incompatible con la creencia en un solo Dios. Sin embargo, el cristianismo no es una religión politeísta. La Iglesia Católica no cree en tres dioses, sino en las tres Personas de un solo Dios.
Ante el desafío que supone explicar este misterio, la doctrina utiliza términos tomados de la filosofía, como el concepto de «substancia», «persona» o «relación». Dios es una única substancia divina, pero en tres Personas distintas. Lo que distingue a las tres Personas son las relaciones que mantienen entre sí: «El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede.»
La inteligencia humana es incapaz, por sí sola, de entender en su plenitud el misterio de la Trinidad. «Si lo comprendes, no es Dios», decía San Agustín. La comprensión total de la esencia de Dios desafía toda lógica humana. Santo Tomás explicaba esto afirmando que el hombre puede llegar a Dios a través de la razón, pero nunca podrá llegar a entender su esencia: «Dios, como quiera que es infinito (...), es infinitamente cognoscible. Y ningún entendimiento creado puede conocer a Dios infinitamente.»
La doctrina del Dios Uno y Trino constituye «el misterio central de la fe y de la vida cristiana». Es un misterio en sentido estricto y por eso no puede ser conocido si no es antes revelado. La Iglesia conoce la verdad de la Trinidad gracias a la Revelación. Dios ha dado a conocer su ser trinitario a través de las Sagradas Escrituras.
La Trinidad en las Escrituras
Antes de que la Iglesia formulase el dogma de la Trinidad, Dios había revelado su ser a los hombres a lo largo de toda la Historia de la Salvación. En el Antiguo Testamento se habla de Dios como «Padre» en un doble sentido: como Creador de todas las cosas y como padre que ama a sus hijos.
En el Nuevo Testamento Jesús revela un nuevo sentido de la paternidad de Dios Padre, diciéndonos que Él es Hijo único del Padre. Jesús nos convierte en hijos en el Hijo y nos deja en herencia esta filiación divina con Dios.
Los apóstoles también enseñaron el misterio de la Trinidad. La primera epístola de Juan afirma: «Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno» (1 Juan 5:7).
Formulación del dogma
Antes de que fuese formulado el dogma, el misterio de la Trinidad ya estaba escrito en las Escrituras, formaba parte de las predicaciones apostólicas y constituía un pilar esencial en la fe de la Iglesia. Los dogmas no crean doctrina, sino que expresan la fe de la Iglesia y la ponen por escrito para evitar confusiones.
La Iglesia formuló el dogma en el Concilio de Nicea, celebrado en el año 325, y en el Concilio de Constantinopla, reunido en el año 381. Posteriormente, el papa san León confesó dogmáticamente la tradición latina del Credo, que afirmaba: «procede del Padre y del Hijo». Este «y del Hijo», del latín Filioque, fue la primera causa de desunión en la Iglesia y dio origen al Gran Cisma de 1054.
Explicaciones de la Trinidad
A lo largo de la historia se han utilizado distintos ejemplos o metáforas para hacer el misterio más comprensible.
San Patricio utilizó un trébol para explicar de manera pedagógica el misterio de la Trinidad. El trébol es una única planta, pero sus hojas se dividen en tres. Otra explicación más conocida es la del triángulo, una única forma geométrica, con tres vértices distintos.
Todas las explicaciones teológicas tienen un ingrediente común: la idea de Dios como amor. El amor no puede quedarse en sí mismo, sino que se da eternamente entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Las tres Personas son un ejemplo de ese amor infinito que es una comunión perfecta de amor eterno.
En mejores palabras lo explica Benedicto XVI: «Tres Personas que son un solo Dios, porque el Padre es amor, el Hijo es amor y el Espíritu es amor(...). No vive en una espléndida soledad, sino que más bien es fuente inagotable de vida que se entrega y comunica incesantemente. (...) En todo lo que existe está grabado, en cierto sentido, el «nombre» de la Santísima Trinidad, porque todo el ser, hasta sus últimas partículas, es ser en relación, y así se trasluce el Dios-relación, se trasluce en última instancia el Amor creador».