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Dos religiosas rezan por Francisco ante la estatua de Juan Pablo II en el hospital Gemelli

Dos religiosas rezan por Francisco ante la estatua de Juan Pablo II en el hospital GemelliEFE/EPA/MASSIMO PERCOSSI

Las «proféticas» palabras sobre la enfermedad que dijo el Papa tres días antes de ser hospitalizado

La Santa Sede publicó el 11 de febrero un mensaje de Francisco para la Jornada Mundial del Enfermo, que ha resultado ser su último texto oficial antes de su ingreso hospitalario

Como cada año, la Santa Sede publicó hace unos días, el 11 de febrero, un mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial del Enfermo. Un mensaje que, en rigor, había sido firmado por el Pontífice un mes antes, el 14 de enero, y que había sido dado a conocer el 27 de ese mes, en un ejercicio comunicativo más propio de los métodos de control informativo del siglo XX, pero que se mantienen como praxis vigente, casi por inercia, en el modus operandi vaticano.

Lo que no iba a resultar tan previsible para la comunicación de la Santa Sede es que sólo tres días después, el viernes 14, el propio Santo Padre iba a ser ingresado en el hospital Gemelli de Roma, aquejado de una neumonía bilateral que ha despertado todas las alarmas y que ha generado una corriente mundial de oración por la salud del Sucesor de Pedro.

Lo más llamativo es que el mensaje del Papa para esa Jornada del Enfermo parece cuajado de expresiones que encajan, como un guante, en su propia situación actual.

Preguntas de un Papa enfermo

De hecho, haciendo uso de un recurso literario que ahora parece tener otra trascendencia, Francisco se pregunta a sí mismo: «¿Cómo permanecer fuertes, cuando sufrimos en carne propia enfermedades graves, invalidantes, que quizás requieren tratamientos cuyos costos van más allá de nuestras posibilidades? ¿Cómo hacerlo cuando, además de nuestro sufrimiento, vemos sufrir a quienes nos quieren y que, aun estando a nuestro lado, se sienten impotentes por no poder ayudarnos?». Y se responde: «En todas estas situaciones sentimos la necesidad de un apoyo superior a nosotros: necesitamos la ayuda de Dios, de su gracia, de su Providencia, de esa fuerza que es don de su Espíritu».

Tras invitar a «reflexionar sobre la presencia de Dios, que permanece cerca de quien sufre», asegura: «También la enfermedad, aun cuando sea dolorosa y difícil de entender, es una oportunidad de encuentro con el Señor».

Experimentar «toda nuestra fragilidad»

E insiste: «En el tiempo de la enfermedad, en efecto, si por una parte experimentamos toda nuestra fragilidad como criaturas —física, psicológica y espiritual—, por otra parte, sentimos la cercanía y la compasión de Dios, que en Jesús ha compartido nuestros sufrimientos. Él no nos abandona y muchas veces nos sorprende con el don de una determinación que nunca hubiéramos pensado tener, y que jamás hubiéramos hallado por nosotros mismos».

Citando a Juan Pablo II, cuya escultura preside precisamente el Policlínico Gemelli en recuerdo de las muchas veces que el Pontífice polaco fue atendido allí, y a cuyos pies se amontonan ahora cirios con la foto de Francisco, el mensaje del Papa asegura que «el dolor lleva siempre consigo un misterio de salvación, porque hace experimentar el consuelo que viene de Dios de forma cercana y real, hasta 'conocer la plenitud del Evangelio con todas sus promesas y su vida'».

«Vislumbrar el más allá»

De forma conmovedora si se tiene en cuenta la fragilidad actual de su estado, el Papa afirma que «nunca como en el sufrimiento nos damos cuenta de que toda esperanza viene del Señor». Y, acto seguido, evoca el pasaje evangélico de Emaús para matizar que «nosotros podemos compartir con Él nuestro desconcierto, nuestras preocupaciones y nuestras desilusiones, podemos escuchar su Palabra que nos ilumina y hace arder nuestro corazón, y nos permite reconocerlo presente en la fracción del Pan, vislumbrando en ese estar con nosotros, aun en los límites del presente, ese 'más allá' que al acercarse nos devuelve valentía y confianza».

Y tras dirigirse a quienes permanecen «junto al lecho de un enfermo» como «ángeles de esperanza, mensajeros de Dios» (cita expresamente a «enfermos, médicos, enfermeros, familiares, amigos, sacerdotes, religiosos y religiosas», como quienes ahora él mismo tiene por compañeros en el hospital), concluye con la que es la oración mariana más antigua conocida: el Sub tuum praesidium: «Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!»

Curiosamente, las últimas palabras del que es, hasta la fecha, el último mensaje oficial del Papa Francisco, no pueden ser más providenciales para su situación actual: «Les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí».

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