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ENORMES MINUCIASCarmen Fernández de la Cigoña

A quién le dedicamos nuestro tiempo

Ni estamos solos en el mundo, ni nosotros somos lo único, lo más importante, ni el centro del Universo

Actualizada 12:37

A pesar del calor que todos sufrimos no me refiero al tiempo meteorológico, ni al disfrute del verano, aunque algo tenga que ver con esto.

Siempre ando dándole vueltas a la importancia del tiempo. O quizá esto es una exageración, porque siempre, como tantos, voy corriendo a todas partes (incluso llegando tarde) con la sensación de que me falta tiempo, de que no llego.

Mucho trabajo. Y no me quejo, al contario, con los tiempos que corren, doy gracias por ello. Muchas reuniones, muchas obligaciones, mucha burocracia.

Y como tantos, eso se une a la vida personal. La familia, las obligaciones domésticas, las relaciones personales con los amigos y los que forman tu entorno,… Y, por fin, algo de tiempo para uno mismo. Para pararse un momento, reposar, tomar perspectiva, reflexionar y saber a dónde se quiere ir.

Con todo, permanentemente tengo la sensación de que me falta tiempo. Por eso lo valoro tanto. A lo mejor también es cosa de la edad. Porque miro a mis hijos o a mis alumnos y parece que a ellos les sobra. A veces lo administran mal, pero no les falta. O piensan, quizá con cierta razón y de nuevo cosas de la edad, que tienen todo el tiempo del mundo.

Supongo que siempre ha sido así. Esa disociación entre la juventud y madurez (todavía no me considero anciana), en el empleo del tiempo, en la inexistencia del aburrimiento porque no queda tiempo para eso, entre demasiadas cosas que hacer y no encontrar el momento de hacerlas, no es algo que ocurra en estas generaciones por primera vez.

Pero sí es cierto que hay algo que me preocupa en los tiempos actuales. No sé si es nuevo o no, Ni me importa si lo es, que creo que en parte sí. Y es a qué dedicamos nuestro tiempo, a quién le dedicamos o le regalamos nuestro tiempo.

En una época en la que el individualismo campa por sus respetos, y en la que la soledad es un problema cada vez mayor (y no es algo independiente), el tiempo vuelve a cobrar protagonismo.

Porque si realmente estoy convencida de que cada persona necesita algo de tiempo para sí misma, no es menos cierto que esto no puede ser, no debe ser la regla general, exclusiva y excluyente. Ni estamos solos en el mundo, ni nosotros (cada uno) somos lo único, lo más importante, ni el centro del Universo.

Por eso es necesario, no solo conveniente, dedicar nuestro tiempo a los demás. Es probablemente uno de los bienes más preciados que tenemos y en el que además al darlo, damos parte de nosotros mismos. Con eso humanizamos las relaciones y las hacemos, al ser más humanas, más fuertes y más verdaderas.

Todo el mundo necesita que le presten atención y sentir que es importante para lo demás. Si lo ponemos a la inversa, significa que eso debemos hacer con los demás. Prestarles atención y hacerles sentir que son importantes para nosotros.

Cuando hace dos años dejamos de poder ver, estar y compartir con los nuestros, debió ser (por encontrar un aspecto positivo) una llamada de atención.

Pues a ver si con el verano, donde debería haber más tiempo, conseguimos dedicar parte de ese a compartir realmente con los demás. Incluidos los jóvenes, y no solo con los amigos, si no también con la familia. Y ya puestos, hagamos el propósito al menos, de que no sea solo en verano, sino dedicar parte de nosotros mismos a vivir con los demás. No vaya a ser que luego no haya tiempo.

  • Carmen Fernández de la Cigoña es Directora del Instituto CEU de Estudios de la Familia.
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