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La oración, como diálogo con Dios, es una relación que se renueva día a díaCathopic

¿Es verdad que la oración transforma a las personas?

El Papa Francisco en una audiencia general explicó que rezar tiene el gran poder de transformar en bien lo que en la vida de otro sería un castigo

«La oración es el encuentro de la sed de Dios y la sed del hombre», decía San Agustín de Hipona. No se equivocaba, pues es el encuentro más puro con el Señor, el lugar donde dejamos a un lado la inmediatez de la actualidad y nos centramos en lo más profundo de las cosas para percibirlas desde su origen real para apreciar realmente su belleza.

Rezar transforma. En ese instante el mundo se detiene y la arrogancia de la humanidad pasa a un segundo plano, los acontecimientos y las personas empiezan a verse en su más pura esencia. No se juzga, no se critica, sólo se percibe desde la plenitud de lo que estamos llamados a ser. «La oración es la elevación del alma a Dios, o la petición a Dios de bienes convenientes» (San Juan Damasco).

El Señor tiene sed eterna de nosotros «por la sobreabundancia de su amor que os ha sido revelado». La persona humana tiene esa necesidad que nada ni nadie terrenal puede saciar. Y es que el don de Dios es tan simple que «tú le pides y Él te da agua viva» (Jn, 4,10). Igual que el agua es esencial para mantenernos vivos físicamente, rezar nos prepara para la vida eterna.

«Orar significa abrirse para ver y escuchar al mismo tiempo», asegura Aleteia. Son dos modos de recibir, de empaparnos para estructurar nuestro «yo» y actuar según la Gracia Divina. La oración es sobre todo escucha y encuentro pleno con Dios.

El Papa Francisco en una audiencia general explicó que rezar tiene el gran poder de transformar en bien lo que en la vida de otro sería un castigo, tiene el poder y la fuerza de abrir un horizonte grande en la mente y agrandar el corazón

La oración también es un arte insistente, el mismo Jesús nos reclama, nos insiste para que tener oraciones disciplinadas, perseverantes y transformadoras que de forma progresiva nos hagan fuertes y capaces de afrontar todo lo que venga gracias a Aquel que nos ama, nos protege y nunca nos abandonará. La unión con Dios nos aclarará nuestro presente y nos ayudará a tener una unión plena con el resto de las personas.

Como dijo el Santo Pontífice, la oración de Jesús finalmente es abandonarse en las manos del Padre, como Jesús en el monte de los Olivos, en esa angustia. Es dejar que el Espíritu Santo nos transforme desde dentro y aparte la inquietud para aportarnos la tranquilidad y felicidad de estar junto a nuestro Padre.

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