El jesuita que tomó las últimas fotos del Titanic a flote
Francis Browne solo pasó una noche a bordo del transatlántico y por obediencia a su tío, el obispo de Cloyne, se salvó de morir tras el hundimiento del barco
El joven Douglas Spedden juega con un yoyó delante de su padre, Frederic. Están sobre la cubierta del Titanic y es 10 de abril de 1912. Al otro lado de la lente se encuentra el entonces seminarista Francis Browne, quien también viajaba en el transatlántico desde Southampton con destino Nueva York. El tío de este sacerdote jesuita, que era obispo de Cloyne, le regaló un billete para viajar en primera clase a bordo del conocido barco y solo pasó una noche en el camarote A-37 de la cubierta Promenade.
El estudiante de teología y filosofía tenía entonces 31 años y volvía a su país natal, Irlanda; por ello desembarcó en Queenstown (hoy Cork), donde se cambió por otros pasajeros. Desde allí, el navío se adentraría en aguas atlánticas para continuar su destino a Nueva York, a donde nunca llegaría. Browne era gran aficionado a la fotografía y gracias al carrete que gastó entre los demás viajeros hoy existen pruebas gráficas de la vida a bordo del Titanic.
Tomó docenas de fotografías a bordo, incluyendo el gimnasio, la sala Marconi, el salón comedor de primera clase, su propio camarote y de pasajeros disfrutando de paseos por las cubiertas Promenade y Boat. También capturó las últimas imágenes conocidas de muchos tripulantes y pasajeros, incluyendo al capitán Edward J. Smith, al gerente del gimnasio TW McCawley y al ingeniero William Parr.
Francis Browne sobrevivió al viaje gracias su tío Robert. En su único día a bordo del transatlántico hizo amistad con un pudiente matrimonio estadounidense, que se ofreció a pegarle un pasaje para completar la travesía. El obispo de Cloyne, al enterarse por telegrama, desaprobó su marcha y obediente, el joven seminarista cogió su maleta y su cámara y descendió del buque, no sin antes pedir la dirección de todos aquellos de quienes había tomado fotografías y prometerles hacérselas llegar por correo.
Al desembarcar en Cork, Browne tomó posiblemente las últimas fotografías del barco a flote. Apenas unos días después chocaría con un iceberg a la deriva por el océano. Otra de las imágenes únicas que capturó el joven fue de la sala de radio, desde donde los operadores lanzaban señales de auxilio en la noche del 14 al 15 de abril.
Tras el hundimiento del Titanic, que provocó la muerte de más de 1.500 personas, Browne se ordenó sacerdote y participó como capellán en la Primera Guerra Mundial, tras la que fue condecorado por su valentía. Hasta su muerte en 1960, siguió capturando momentos con su cámara, hasta el punto de convertirse en uno de los fotógrafos más destacados de su época con los más de 40.000 que conservaba.