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Carla Restoy se bautizó a los 17 añosCuenta oficial Instagram

Entrevista 'apóstol digital'

Carla Restoy: «Para mí, los católicos eran personas a quienes les habían 'comido la cabeza'»

Creció en un entorno no cristiano, pero descubrió a Dios en plena adolescencia gracias a una experiencia: una operación de espalda que la obligó a frenar su ritmo de vida y mirar hacia adentro

Con solo 28 años, Carla Restoy se ha convertido en un referente inusual en un mundo cada vez más alejado de lo trascendente. Creció en un entorno no cristiano, pero descubrió a Dios en plena adolescencia gracias a una experiencia: una operación de espalda que la obligó a frenar su ritmo de vida y mirar hacia adentro.

Ese tiempo de reflexión, unido a una asignatura sobre filosofía y religión, despertó en ella preguntas sobre el sentido de la vida y la identidad. Fue entonces cuando santo Tomás de Aquino le dio la respuesta y le demostró que era posible llegar a Dios a través de la razón.

Lejos de ser un capricho adolescente, el bautizo que recibió a los 17 años marcó un punto de inflexión. Carla pasó de sentirse «engañada por el mundo», a comprender su identidad y «vivir orientada al amor». Hoy, a través de sus redes sociales y apariciones en programas de televisión como Espejo Público, habla con valentía sobre temas controvertidos como la virginidad, la pureza y el orden en las relaciones afectivas.

Un corazón inquieto que busca respuestas

— Se bautizó a los 17 años, ¿en qué momento sintió, como ha mencionado en otras ocasiones, que el mundo «le había engañado»?

— Con 15 años, me operaron de la espalda y tuve que llevar un corsé durante dos años. Esto significaba que debía dejar de hacer muchas actividades, especialmente aquellas que solía disfrutar, como los deportes. Con 15 años, ya había explorado el tema de la afectividad y la sexualidad y, aunque nunca llegué a nada con un chico, estaba abierta a que sucedieran cosas.

Cuando me operaron, tuve dos años de reflexión. Estaba en plena adolescencia, con el corazón efervescente, y por primera vez, salí del entorno que solía frecuentar porque no me apetecía hacer los planes que los demás hacían por todo el tema de la operación y el corsé. Ver las experiencias de mis amigas desde fuera me hizo darme cuenta de que vivirlas era muy distinto.

Paralelamente, empecé a reflexionar más, especialmente porque en el colegio había dos asignaturas que nos hacían pensar: filosofía e historia y cultura de las religiones. A medida que pasaba tiempo sola, me di cuenta de que mi corazón de adolescente podría encontrar respuestas en esas propuestas. El punto de inflexión llegó cuando conocí las cinco vías de Santo Tomás, y me di cuenta de que creer en Dios era razonable.

— Entonces, llega a Dios por una cuestión racional, no por el hecho de que le atrajese algo de los católicos o la Iglesia...

— No conocía a ningún católico. Para mí, los católicos eran personas a quienes les habían 'comido la cabeza'. Veía la religión como algo anticuado, algo para las personas que habían sufrido mucho y necesitaban aferrarse a algo. No me consideraba ni una cosa ni la otra, por lo que no sentía que lo necesitara.

— ¿Era feliz antes de convertirse?

— Era muy feliz.

— ¿Y qué fue lo que le impulsó a bautizarse, si ya tenía una vida que consideraba plena?

— Mi identidad. Saber quién era yo y por qué mi corazón reclamaba lo que reclamaba de adolescente, o por qué las propuestas del mundo no me acababan de saciar... Es decir, yo era muy feliz, pero no sabía quién era.

Con el tiempo entendí que la religión no te da como tal la felicidad, pero te da identidad. Saber quién eres, de dónde vienes, a dónde vas y por qué estás hecha; eso lo es todo, porque hoy en día parece que vivimos por y para el bienestar y la comodidad, y la vida va de entregarse, de salir de uno mismo. También entendí mejor el concepto de la concupiscencia y la redención, que encajaban perfectamente con lo que vivía como adolescente y con lo que sigo experimentando ahora.

La belleza «de luchar por lo que importa»

— ¿Qué cambia después de su bautizo? ¿Qué le llevó a ver la afectividad, la sexualidad y la 'soltería' de otra manera?

— Me di cuenta de que estoy bien hecha y que el cuerpo no es algo que tengo, sino algo que soy. Cuando amo y expreso con el cuerpo lo que estoy viviendo en una relación de manera verdadera, no solo encuentro placer, sino también un destello de felicidad.

Por otra parte, sobre la soltería tampoco me gusta llamarlo así. Me doy cuenta de que mi vocación es el amor, y soy un ser relacional, por lo que es importante que haya un orden y una verdad en lo que vivo interiormente y en lo que transmito. Ser soltero no es «mendigar» amor o no comprometerme, sino vivir siendo fecunda y amando mi realidad tal como es.

Vivimos en un mundo saturado de propuestas que intentan llenar el vacío del corazónCarla Restoy

— ¿Cómo cree que ha cambiado el concepto de masculinidad en la sociedad actual y cuál es el papel de las mujeres en este proceso?

— Antes, el hombre estaba llamado a ser caballero, pero ahora parece que no hay apertura a ello o pocos les enseñan la belleza de luchar por lo que de verdad importa. Muchos chicos se acobardan ante una mujer porque le impone, y en lugar de crecer y decir «voy a hacer todo lo posible por conquistarla» porque merece la pena, dan un paso atrás y a veces se estancan en la comodidad. A mí me parece que, para ellos, ser caballeros es más difícil en este tiempo que en ningún otro. Tienen que remar muy contracorriente y necesitan referentes que les orienten hacia horizontes que valgan la pena.

Por otro lado, creo que es muy bonito que las mujeres tengan cada vez más claro lo que quieren y exijan al hombre ser fuerte pero también tierno y con una vida verdaderamente anclada en Dios. Decía C.S. Lewis que «el corazón de una mujer debe estar tan escondido en Dios, que el hombre para conquistarla debe acercarse primero a Dios».

Es un reto muy grande para un hombre, pero también creo que las mujeres debemos dejar atrás algunas mentiras del empoderamiento y ser un poco más dóciles, permitiendo que nos conquisten, pero siempre desde la verdad de que estamos bien hechas. Descubrir la verdad de que no somos sexos opuestos si no recíprocos y orientados al amor desde nuestra diferencia es maravilloso. Y luego, desde la amistad y desde la belleza de descubrir y acoger al otro, sabiendo que somos personas que mutuamente nos ayudamos afirmarnos en la verdad de quienes somos y a crecer en el amor.

— En alguna ocasión ha mencionado el concepto de «momento retrete». ¿De qué trata esta idea y por qué considera que es tan necesaria?

— Vivimos en un mundo saturado de propuestas que intentan llenar el vacío del corazón, lo que hace fundamental recuperar lo que antes simbolizaba el 'retrete'. Originalmente, esta era una estancia de la casa destinada a retirarse, a orar, pensar y reflexionar. Con el tiempo, su función cambió al convertirse en el baño que conocemos hoy. Creo que a veces banalizamos cosas y vivimos desorientados porque hemos perdido ese momento retrete para pensar, parar, reflexionar sobre quién eres, de dónde vienes, adónde vas y qué estás haciendo con lo que tienes. Necesitamos recuperar ese momento para darnos cuenta de que estamos llamados a vivir orientados al amor.

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