Este es el futuro de la Iglesia según las conclusiones del Sínodo mundial
Tras concluir la fase por continentes, este proceso mundial de discernimiento sobre la reforma de la Iglesia, convocado por el Papa Francisco, prepara ahora la etapa mundial, que tiene como momento decisivo las discusiones de la asamblea sinodal, que se celebrará en octubre en el Vaticano
El proyecto más ambicioso del pontificado de Francisco, el Sínodo sobre el futuro de la Iglesia, oficialmente sobre la sinodalidad, iniciado en 2021, ha alcanzado un hito esta semana al emprender su recta final. Se trata de la fase universal en la que se recogen las aportaciones surgidas por las tres etapas precedentes, las de las diócesis, las de los países y, por último, las de los continentes.
La próxima cita tendrá lugar cuando representantes del episcopado mundial y algunos invitados especiales se reúnan en el Vaticano del 4 al 29 de octubre de 2023.
Las dos grandes reformas
El cónclave que escogió a Francisco como Papa, el 13 de marzo de 2013, había constatado los graves desafíos que afronta la Iglesia católica, en particular, saltaban a la vista los escándalos provocados por la pedofilia, así como escándalos económicos.
Para afrontar esos retos, el Papa Francisco, en estos diez años de Pontificado, ha emprendido dos grandes reformas. Por una parte, la reforma de la Curia Romana, concluida el año pasado, que busca imprimir un carácter evangelizador y menos burocrático a las instituciones vaticanas, así como una organización más racional y adaptada a los nuevos tiempos.
Por otra parte, el Pontífice ha buscado ir a la raíz de esos escándalos que, con frecuencia, según muchos analistas, se deben a un excesivo clericalismo en la Iglesia. De este modo, Francisco convocó algo que en realidad es mucho más que un Sínodo: un proceso de reflexión de toda la Iglesia universal en el que participan obispos, sacerdotes, diáconos, religiosas, religiosos y laicos.
El método de este proceso de reflexión es innovador. Se ha lanzado un auténtico proceso de escucha, incluso en Internet, en el que todos puedan participar, incluidos los no practicantes. Y dado que el Papa quiere estar seguro de que realmente esta escucha y discernimiento penetra en la Iglesia, ha convocado una asamblea mundial añadida y definitiva, en octubre 2024. Se podría decir, por tanto, que en esa fecha el pontificado de Francisco tocará su momento culminante.
Dificultad de la terminología
Una de las dificultades que tiene el Sínodo para penetrar entre los católicos de a pie es su terminología, algo difícil de comprender: Sínodo de la sinodalidad. Con frecuencia, los corresponsales en el Vaticano que cubren este proceso se quejan, pues explican que su nombre es incomprensible para su audiencia.
Como explica el Sínodo de los Obispos, este proceso quiere ser «una oportunidad para que todo el Pueblo de Dios discierna conjuntamente cómo avanzar en el camino para ser una Iglesia más sinodal a largo plazo», es decir, en la que todos los bautizados tengan un papel protagonista, y no sólo los clérigos.
Nathalie Becquart, subsecretaria de la Secretaría General del Sínodo, quien será la primera mujer en la historia con derecho a voto en una asamblea episcopal, ha revelado que a finales de mayo se publicará el documento de trabajo, que recogerá las aportaciones de todos los continentes y que se convertirá en la referencia para las discusiones generales que tendrán lugar el próximo octubre en el Vaticano.
Este documento de trabajo no será fruto de una «síntesis académica con estadísticas», aclara la hermana Nathalie, misionera javeriana francesa, sino de un «proceso de discernimiento» sobre los temas abordados en las asambleas continentales.
Ella misma reconoce que el comité de redacción de este documento, conformado por una veintena de personas, no lo tiene nada fácil, pues existe una «gran división entre los que buscan la reforma y los que temen el cambio».
Sínodo de la Sinodalidad
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Propuestas de Europa
El Debate ha analizado las propuestas que presentadas por Europa y que serán tenidas en cuenta en este «documento de trabajo».
Las primeras, como no podía ser de otro modo, buscan crear una Iglesia sinodal, es decir, no clerical en el mal sentido de la palabra, en la que los laicos caminen junto a los religiosos, diáconos, sacerdotes, obispos y el Papa en la vivencia como comunidad del Evangelio.
En particular, las conclusiones del continente europeo piden «explorar formas de un ejercicio sinodal de la autoridad», es decir, «al servicio del acompañamiento de la comunidad y de la salvaguarda de la unidad».
Otra de las propuestas pide «tomar decisiones concretas y valientes sobre el papel de la mujer en la Iglesia y sobre su mayor participación a todos los niveles, incluso en la toma de decisiones».
Otra sugerencia que viene del Viejo Continente reclama «renovar el sentido vivo de la misión, superando la fractura entre fe y cultura para volver a llevar el Evangelio al corazón del pueblo, encontrando un lenguaje capaz de articular tradición y actualización, pero sobre todo caminando juntos con la gente en lugar de hablar de ellos o a ellos».
Por último, la proposición europea «pide que escuchemos el grito de los pobres y de la tierra en nuestra Europa, y en particular el grito desesperado de las víctimas de la guerra que piden una paz justa».
¿Cambiará la Iglesia?
«Amar a la Iglesia, la riqueza de su diversidad –concluyen las propuestas europeas–, no es una forma de sentimentalismo porque sí. La Iglesia es bella porque así lo quiere el Señor, en virtud la tarea que le ha confiado: anunciar el Evangelio e invitar a todos los hombres y mujeres a entrar en la dinámica de la comunión».
¿Cómo cambiará la Iglesia cuando concluya este proceso de reforma sinodal en octubre de 2024?
Nadie puede responder a esta pregunta hoy, pues como nos explica Becquart, la respuesta implicaría demostrar que no se ha comprendido nada de la sinodalidad: un camino común de discernimiento en el que todos los bautizados están llamados a participar y ser escuchados.