Se publica una entrevista inédita con Benedicto XVI: «Ir a Dios se ha vuelto más difícil»
Diálogo con su tiempo presenta 39 entrevistas realizadas a Ratzinger entre 1968 y 2004, muchas de las cuales no habían sido publicadas anteriormente en idiomas distintos del alemán
es considerado uno de los más grandes teólogos y pensadores que ha tenido la Iglesia. Dejó una impronta intelectual impresionante, que alcanzó su cúspide con su obra sobre Jesús de Nazaret, logrando cifras de venta extraordinarias en todo el mundo. Su pontificado pasó a la historia, entre otras cosas, por el enorme impacto de algunas de sus declaraciones pero, sobre todo, por la que hizo el 11 de febrero de 2013:
Renuncia de Benedicto XVI
Benedicto XVI se convirtió en el primer Papa en renunciar a su ministerio en los últimos 598 años de historia. Sin embargo, aunque abandonó el papado, sus numerosos escritos fueron y siguen siendo une referencia para numerosos intelectuales, laicos y fieles de la Iglesia que buscan nutrir su fe en la profundidad de sus reflexiones.
Según recoge el portal Diakonos.be, desde hace pocos días, las librerías italianas han comenzado a ofrecer el tercer libro del volumen XIII de la Opera Omnia de Joseph Ratzinger, una obra monumental que recopila textos clave del pensamiento del Papa emérito Benedicto XVI. Este nuevo libro, titulado En diálogo con su tiempo, presenta 39 entrevistas realizadas entre 1968 y 2004, muchas de las cuales no habían sido publicadas anteriormente en idiomas distintos del alemán.
La obra, de más de 500 páginas, ofrece una mirada profunda a las reflexiones de Ratzinger sobre temas que marcaron su trayectoria intelectual y ministerial. El periodista Sandro Magister ha recogido en Diakonos.be algunos de estos extractos inéditos.
Los efectos de la Ilustración en la fe
Benedicto XVI, con su aguda claridad intelectual, aborda en esta entrevista un tema crucial: la crisis de fe en la Iglesia. Para él, este fenómeno no es un reto más en historia de la cristiandad, sino que refleja una transformación radical en la visión del mundo y en la relación del hombre con Dios, marcada por el impacto de la Ilustración y el auge de la ciencia como nueva autoridad absoluta.
En el pasado, explica Ratzinger, la existencia de Dios era evidente para la mayoría: «no había duda de que Dios brillaba en el mundo», asegura. La creación misma, con su orden, belleza y razonabilidad, era percibida como un reflejo de una inteligencia superior, del «Espíritu creador». Incluso quienes se alejaban de la fe lo hacían mediante una «rebelión consciente», partiendo de una cultura donde, por defecto, «existía, digamos, una presuposición colectiva de algún tipo de adhesión a la fe, siempre con todas las limitaciones y debilidades humanas».
Sin embargo, este panorama se desmoronó con la llegada de la Ilustración y el avance del materialismo. Hoy, afirma, la imagen del mundo ha sido completamente invertida: «Todo, al parecer, se explica a nivel material; la hipótesis de Dios […] ya no es necesaria». En esta cosmovisión, conceptos como la evolución han sido elevados al rango de divinidades modernas, relegando al Creador al ámbito de lo innecesario y hasta lo opuesto al progreso científico.
En este nuevo contexto, donde la ciencia —o incluso su divulgación popular— es presentada como la única fuente de certeza, la fe enfrenta una presión y una valentía que antes no era tan necesaria. Benedicto XVI lo expresa con contundencia: «La fe exige un compromiso mucho mayor y también la valentía de resistir a las certezas aparentes. Ir a Dios se ha vuelto mucho más difícil».
¿Una posible comunión entre católicos y luteranos?
Benedicto XVI responde con claridad y firmeza a la posibilidad de que católicos y luteranos compartan el altar: «Humanamente hablando, diría que no». Aunque reconoce una cercanía espiritual entre los creyentes sinceros, señala diferencias doctrinales fundamentales que hacen inviable la unidad plena. También enfatiza las «diferencias fundamentales» entre las comunidades protestantes que surgieron a partir de la Reforma de Lutero.
Uno de los puntos más contundentes es su crítica a la visión de la Iglesia Evangélica sobre la Eucaristía, donde «básicamente todo cristiano bautizado puede presidirla». Para Benedicto XVI, esta idea niega la sucesión apostólica y reduce el sacramento a un rito simbólico, sin el vínculo profundo con el sacrificio de Cristo. En contraste, subraya que «la Eucaristía es más que una cena»; es el acto constitutivo que hace presente el sacrificio de la cruz, la esencia misma de la fe católica.
Además, señala el principio de la «Sola Scriptura», que deja a cada individuo o experto interpretar las Escrituras sin la autoridad de la Iglesia. Esto, advierte, lleva a una fe basada en hipótesis, incapaz de sostenerse «ni en la vida ni en la muerte». «Si la Iglesia no tiene nada que decir al respecto, si no puede decir nada con autoridad sobre las cuestiones fundamentales de la fe, entonces, de hecho, no hay fe comunitaria. Se podría entonces borrar la palabra 'Iglesia', porque una Iglesia que no nos garantiza una fe común no es una Iglesia».